Desde
los comienzos de las civilizaciones, el ser humano ha buscado la seguridad de
su salud, el bienestar y la felicidad. Por ello, ha utilizado diferentes
soluciones para conseguir sus objetivos. Podemos decir que el origen de los
seguros se remonta a 4.000 años atrás.
Las
primeras formas de seguro datan de la Edad Antigua en las civilizaciones
griegas, romanas o babilónicas. En este período buscaban proteger tanto
sus intereses personales (la salud y bienes materiales) como de la comunidad,
vivían en pequeños grupos y a través de la colaboración hacían frente entre
todos a los infortunios.
Los
antecedentes del seguro de salud, de vida y de bienes materiales los
encontramos, mas bien, en la historia de los mercaderes babilónicos unos 3.000
años antes de Cristo. Entre todos asumían las el costo de las enfermedades, así
como la perdida de vida y de mercancías durante los viajes de un territorio
lejano a otro.
Eran
especie de contratos para financiar los viajes y proteger las mercancias y la
integridad de los viajeros. Esto se conocía como ‘préstamos a la
gruesa’: una persona física prestaba dinero a otra por el valor de ciertos
objetos que llevará en sus mercancías. Hacia el 2.250 a.C. esta práctica se
legalizó y se conoció como parte del Código Hammurabi. Una
costumbre que se basaba en la solidaridad vecinal y que cubría cualquier
contingencia humana imprevista. Según el acuerdo con el que se entraba a formar
parte del grupo, se podía reponer desde una nave, la vida de un ser humana
hasta la de un animal muerto. Este sistema ya preveía un sistema de
indemnización a la esposa en caso de fallecer el cónyuge.
Además
de proteger la salud con una garantia mercantil basada en tierra, animales,
mercancías y otras propiedades, en la Edad Media hubo un repunte del seguro de
salud, marcada por el desarrollo y crecimiento comercial. En esta época
aparecen los primeros seguros sobre la vida humana, debido a los viajes que se
realizaban a través del océano.
Los
piratas se dedicaban a capturar a la tripulación y pedir un rescate, y si éstos
no lo tenían, eran lanzados al mar. Así surgió este tipo de seguros para poder
garantizar el rescate y más tarde, se amplió la cobertura a fallecimiento en
caso de naufragio o por diversos incidentes que pudieran encontrarse durante el
viaje.
En
la época de las cruzadas, el ‘préstamo a la gruesa’ evolucionó
hasta el punto en el que se podía asegurar el buque y la carga pagando una
prima fija. En los gremios medievales se formaron asociaciones con fines
solidarios para proteger a los miembros contra pérdidas por incendio,
inundaciones o robo.
En
la Inglaterra del siglo IX nacen las “guilds”, una corporación de
mercaderes o comerciantes que funcionaban institucionalmente como los gremios
de artesanos. Este grupo de personas con una actividad común establecían reglas
comunes a todos ellos. A su vez, en Francia y Alemania aparecen instituciones
de carácter profesional. Los primeros aseguradores eran personas físicas que
asumían individualmente uno o varios riesgos de salud y de vida. En este punto, se
podrían comparar los seguros de aquella época con un juego de azar.
El
seguro con ánimo de lucro tiene su origen en Italia en el siglo XIV. En esa
época, los aseguramientos marítimos se hacían a través de préstamos. Era una
forma de establecer las garantías de solidaridad de todas las expediciones. A
esta época pertenece el primer contrato de seguro marítimo firmado en
1347 en el que se aseguraba el buque ‘Santa Clara’ que hizo la ruta
entre Génova-Mallorca. Estos contratos recibieron el nombre de pólizas.
Y
en 1435 se promulgó la Ordenanza del Seguro Marítimo en Barcelona, la
regulación más antigua que se conoce hasta la fecha.
En
este período, Carlos I dicta la primera Ley que regula de carácter obligatorio
el contrato de Seguro Marítimo. En este momento pasan de estar representados
por una persona física a estar formado por entidades pluripersonales y
sociedades anónimas.
El
2 de septiembre de 1666 hay un antes y un después en el mundo de las
aseguradoras. Ese día se produjo el gran incendio de Londres que comenzó a
extenderse sin límites y que arrasó gran parte de la ciudad.
El
seguro en Inglaterra estaba asociado a los cafés donde se reunían comerciantes
y hombres de negocio.
Durante
el siglo XVII, los seguros de salud y de vida comienza a desarrollarse con la
dificultad de calcular el coste real con antemano. De ahí, surgen las tontinas,
el primer intento de utilizar las leyes de la probabilidad y el principio de la
esperanza de vida para fijar las anualidades.
En
1802 se crea en Toulouse (Francia) una gran mutual de seguros dando lugar
al reaseguro, que tiene como objetivo distribuir los riesgos
asumidos por los propios aseguradores.
En
España también se da un gran desarrollo de las compañías de seguros en el siglo
XVIII, especialmente en el ámbito marítimo, en los seguros de salud, de
incendio y de vida. Pero el gran impulso llega en 1883 con la creación de una
comisión de Reformas Sociales, con la que se asentó la base de la ley de
Accidentes de Trabajo finalmente promulgada en 1900. Más tarde, en 1908 se creó
en Instituto Nacional de Previsión que fue el origen de lo que
hoy en día conocemos como la Seguridad Social.