Como una forma de cuidar su imagen y marcar la diferencia en la administración pública, el empresario y político Luis Abinader ha cambiado las reglas del juego en la conducción del Estado al romper el tradicional velo de impunidad que permitía a los amigos del presidente y funcionarios palaciegos cometer todas clases de fechorías desde el poder que otorga el gobierno.
El riesgo mayor del presidente Abinader es verse compelido a cambiar de círculo íntimo como hizo Joaquín Balaguer en 1986, ya que desde su partido, el pueblo y también sus asesores Luis Abinader recibe presión para que rompa con los empresarios y los saque de la administración del Estado y eso es peligroso, porque puede terminar sin amigos, sin pueblo y sin partido.
El presidente Abinader vive una presión muy fuerte y tiene que decidir si rompe con el compromiso que tiene con los empresarios que le financiaron la campaña electoral, o no.
Si lo hace es abandonar a sus amigos del poder y traicionar su círculo íntimo y si no lo hace es romper con el compromiso de las a bases del partido que, a dos años de gobierno, siguen “tragando aire de esperanzas muertas”, esperando ser empleados y así tener participación en el manejo del Estado, por cuyo motivo dicen salieron a las calles a enfrentar el COVID-19 para promocionar y vender su candidato.
En tanto que el PRM, con una base descontenta, lo empuja en ese propósito, porque no asimilan las reglas administrativas del cambio de dar participación a todos y ellos, los perredemeistas, lo quieren todo y si Abinader no le corresponde lo abandonarán en el camino de la reelección.