Claudio fue el primer hombre que conoció Stefanía, con
quien decidió establecer una relación amorosa. La pareja llevaba varios años
juntos cuando ocurrió la desgracia que destruyó su hogar. Mantenían una
relación que pintaba trillar un camino de alegría y felicidad, porque ambos se
profesaban amor. Pero “el diablo nunca duerme y penetró a la vida de la joven
pareja, en forma de mujer’’ dijo, conmovida por la tragedia, una vecina colindante
de la casa donde vivían en Alma Rosa II, Santo Domingo.
La situación cambió cuando la joven mujer se enteró de
que su esposo tenía una amante, con quien procreó un hijo, y desde entonces
ambos se enfrascaban en peleas acaloradas y agresivas, con graves secuelas de lesiones
físicas.
El horror y la fatalidad asomaron a la unidad de la familia
cuando los frecuentes pleitos conyugales se convirtieron en una costumbre. Los
atropellos físicos y verbales eran el
pan nuestro de cada día en el joven hogar. Stefanía reprochaba la conducta infiel de Claudio,
quien negaba con excusas su conducta, y eso provocaba en ella una ira
incontenible que le hacía hervir la sangre. La relación se volvió un infierno,
sobre todo para ella que hasta llegó a recibir llamadas burlonas de la amante
de su marido.
El amor y la actración física se sobrepusieron a los
pleitos y concibieron la criatura que sería el caldo de cultivo que marcaría la
vida de ambos para siempre.
Antes de salir embarazada, Stefanía tenía un saloncito
donde arreglaba uñas y hacía otras labores de belleza y así se ganaba la vida y ayudaba a su
esposo en el sustento del hogar. Claudio logró viajar a Estados Unidos, país que
visitaba de forma frecuente. Cuando viajaba le mandaba dinero para el pago
de la casa y cubrir sus necesidades. A principios de año fue y regresó a los
dos o tres meses, y ya hablaba de llevarse también a su mujer, pero el
infortunio asechaba: una tragedia se estaba gestando y eso echaría por el suelo todos
sus planes.
El embarazo fue complicado y sabiendo del estado
delicado por el que atravesaba su esposa y la criatura que llevaba en su
vientre, Claudio trató de sosegar la relación con un trato afable, pero aun así
los celos devoraban las entrañas de la mujer y agitando su cerebro.
Con apenas 22 años de edad, ella alumbró una hermosa
niña en ausencia de Claudio, quien se encontraba en Estados Unidos. Antes de
ocurrir la tragedia su esposo había regresado al país para conocer y declarar a
su hija, la que apenas tenía tres semanas de haber nacido.
La nota discordante, peligrosa y extraña en esta historia la puso la conciliación con la familia de la señora Kenia Lora, quien fue la madre biológica de Stefanía García, pero no de crianza. No se llevaba bien con su hija ni con su nuero, por lo que la relación de los tres era peor que una tempestad.
A pesar del distanciamiento y las fricciones
existentes, Kenia quería conocer a su nieta y decidió acudir en auxilio de su hija
y la atendió durante el parto y en los días de riesgos, por lo que la gente no
se explica cuál fue la razón de las fatales consecuencias en que terminó la
relación de Stefanía, su esposo y su madre.
El martes 3 de agosto del 2021 la noche estaba oscura
y una mujer fue captada en cámara de video de vigilancia escapando con una niña en
brazos de los apartamentos del complejo habitacional de Alma Rosa II, en Santo
Domingo, capital de la República Dominicana.
Al día siguiente la parturienta fue encontrada muerta y su madre habría confesado
en la Fiscalía que la mató y luego calcinó su cuerpo, hecho que cometió rociándole
amoníaco, prendiéndole fuego a su cuerpo para quemar así a su propia hija, el martes
en la noche.
Según testimonios, Kenia Lora dijo que llegó a eso de
las 9 de la noche a la casa de Stefanía, la mató, procedió a incinerarla y luego
se llevó a su nietecita de apenas 18 días de nacida. Sin embargo, la autopsia
revela que la joven recibió golpes antes de ser calcinada.
Kenia y Claudio fueron detenidos por la Policía Nacional
para fines de investigación y la niña fue entregada a CONANI para su cuidado
hasta que el caso sea ventilado por la justicia.