CODIGO 32 Por Johan Rosario NUEVA YORK.- Sereno y tumultuoso en ocasiones, tan apacible y liviano como las delgadas huellas de una gaviota en las orillas del emblemático Hudson; visceralmente criollo y vocinglero a ratos, como bien sabe serlo el caribeño puro, de sangre crecida e indomable, eso es Haverstraw. Un canto sonoro a la dominicanidad, un merengue y una bachata estridente, una salsa con la impronta boricua de Héctor Lavoe, un mangú con cebollas y una cerveza entre las nostálgicas manos de cientos de criollos desperdigados por las esquinas, una 'yipeta' con el baúl levantado y la música del Torito a millón, una muchacha casi desnuda en el corazón del verano, un silbido 'atigueriao' y un piropo a la usanza antigua, una mesa de dominó con el brugal 'agachao', toda una paradoja con nombre propio: Haverstraw. Enclavada a la orilla de una empinada montaña cuya joven naturaleza, matizada por su ardorosa belleza primaveral y su desoladora tristeza cuando ya lo...