El educador de ayer y de hoy: la tiza, la pizarra y el delete, en el tiempo
CODIGO32-SIPRED Por Rey Arturo Taveras Hubo una vez, no hace tanto, un hombre con alma de libro abierto y corazón de tiza, tan dura como la roca y tan blanca como su alma de amor. Le decían maestro, no por decreto ni diploma, sino por respeto. El maestro enseñaba con la palabra y el ejemplo, con una tiza en la mano y el polvo blanco de la vocación cubriéndose los dedos. Limpiaba la pizarra con un borrador viejo o con un trapo. Su aula era cualquier lugar: una escuela de madera, una casa prestada, un rancho viejo o la sombra de un árbol donde el viento soplaba la enseñanza. Educaba, tanto en la escuela como en las calles, porque era el ejemplo de la comunidad, Madrugaba, se pelaba los ojos estudiando a diario y llegaba al centro educativo a pie, en burro, en bicicleta y, algunos en motocicleta. Andaba a la intemperie, bajo sol o lluvias. Atravesaba ríos crecidos y caminos de fango con la determinación de quien sabía que en su moral llevaba el porvenir de sus alumnos y el de un pueb...