Jet Set: Seis meses después
CODIGO32-SIPRED
Por Johan Rosario
Escribí estas líneas que verán al pie de este texto poco tiempo después de aquella tragedia que nos arrebató 236 vidas inocentes, entre ellas la de nuestro querido Rubby Pérez y de tantos dominicanos que hallaron la muerte más atroz en lo que debía ser un santuario de alegría: el Jet Set.
No busco sentencias, ni dictámenes. Solo invito a que cada quien —con la conciencia despierta— sea su propio jurado y saque sus conclusiones.
Seis meses después, el país ya casi no recuerda a Antonio Espaillat. La vida, impasible, continúa su curso, pero las heridas de aquella noche siguen abiertas, latiendo en el centro del alma nacional.
Y vendrá —no lo duden— la segunda etapa: el tiempo en que se comience a reconocer en tribunas y tarimas al verdadero verdugo de esa tragedia. La reinvindicación no llegará al 100%, claro que no, pero tardará poquito tiempo para que Antonio se ponga de vuelta el traje del honor total...se juzgará al destino, a la fatalidad, al clima, los vientos, la naturaleza, en vez de la descomunal e imperdonable irresponsabilidad humana que sembró el horror donde debía reinar la música, la risa y la vida.
Olvidamos demasiado rápido, el tiempo borra todo en una sociedad sacudida por la ignorancia. Al paso de los años, con el olvido del autor -de ese Antonio impune-, le damos una segunda muerte a quienes ya partieron tan brutalmente. Por un techo no reparado.
He aquí lo escrito por un servidor a comienzos de abril del presente año...
La Farsa del Juicio...
Al bueno de Antonio no le va a pasar nada del otro mundo. Esto es solo un episodio más del eterno “pan y circo”: unay persecución penal de embuste, muchas arengas y ruido, titulares encendidos y rimbombantes, cámaras hambrientas, y, mientras tanto, se reúnen 60, 80 o 100 millones de dólares entre seguros, alianzas de ocasión, y publicidad de cualquier laya.
Al final, todos a casa.
Los únicos con quienes tendrá que sentarse a hablar este Antonio Espaillat medio en serio son sus enllaves del Banco Popular, no para rendir cuentas, sino para cuadrar números. Hombre, que para algo le tienen que servir al omnipotente señor sus 50 y pico de emisoras y sus inversiones de todo tipo , aquí y en Nueva York.
Porque en este país, los intereses comunes se besan y el tiempo, silencioso y paciente, echa polvo sobre los expedientes.
Todo sigue igual.
El show termina, el telón baja, y los titiriteros cuentan su parte. (Johan Rosario).

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