3l/ATLAS, el Uber de los extraterrestres
CODIGO32-SIPRED
No cabe duda: el ser humano tiene una maestría en sacar conclusiones de lo que no entiende. Y si se trata del cielo, ¡mejor todavía! Porque ahí arriba, donde no llegan ni los drones ni las antenas de WiFi, cabe todo: dioses, profecías, ovnis… y ahora un cometa bautizado 3I/ATLAS, que en cuestión de días pasó de ser una roca helada a convertirse en la “nave nodriza más grande jamás vista”.
Según los alarmistas profesionales, esos que leen menos astronomía que horóscopo, ATLAS trae a bordo una civilización alienígena con muy malas pulgas. ¿Pruebas? Ninguna. Pero ¿quién necesita pruebas cuando tienes un canal de YouTube y un fondo de pantalla del espacio?
Algunos visionarios aseguran que el cometa caerá en Estados Unidos. Por supuesto, no en Madagascar, ni en medio del Pacífico: siempre en EE.UU., como si el universo fuese antiyanqui y tuviera agenda política. Otros, más creativos, juran que las Esferas de Buga son antenas cósmicas lanzadas hace miles de años, que Jaime Maussan encendió sin querer como quien aprieta el control remoto equivocado, y que ahora están mandando coordenadas a los alienígenas: “Por aquí, muchachos, directo a la Tierra”.
Y ahí están las redes sociales, transformadas en el verdadero Observatorio Nacional del Chisme Cósmico. Basta con un tuit alarmista o un TikTok con música de suspenso para que medio planeta entre en pánico. La NASA calcula trayectorias con algoritmos; nosotros con memes.
Mientras los astrónomos revisan datos fríos y aburridos, la humanidad prefiere creer que ATLAS es el tráiler oficial de la película Independence Day 3. Porque la ciencia informa, pero el miedo entretiene. Y si algo mueve al mundo hoy, no es la gravedad: es el “like”.
En fin, ATLAS pasará de largo. No habrá invasión, no habrá explosión, no habrá desfile alienígena en Washington. Lo único que seguirá cayendo será la dignidad de quienes creen que un cometa es un Uber cósmico lleno de marcianos con ganas de conquistar el Bronx.
Así que tranquilos: no nos va a matar el cometa. Nos va a matar la costumbre de inventar apocalipsis cada vez que el cielo nos guiña un ojo.
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