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jueves, 4 de junio de 2020

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CODIGO 32

Cuando la muerte llega a la casa del verdugo, su familia conoce el dolor ajeno

CODIGO 32
Por Rey Arturo Taveras
SANTIAGO, REP. DOM.-La muerte es el estado o momento que pone fin a la vida y cuando ocurre de sorpresa genera sentimientos de frustración, tristeza, pérdida del ánido, impotencia, estrés, confusión, dolor, etc. Pero cuando la muerte es violenta, producto de un asesinato, los parientes de la víctima sufren íra, rabia, odio, sed de venganza, infortunio, terror, desconsuelo, incertidumbre y otros impulsos emocionales.
Eso es lo que ha ocurrido con los parientes y amigos del ex teniente de la Policía Nacional Dominicana Fernando de los Santos “La Soga” , acribillado a tiros por personas aún desconocidas, al ser emboscado la mañana del miércoles 3 de junio 2020, cerca de su residenca de la calle Caonabo,  en la entrada de  Camp David, del sector Gurabo, Santiago, donde cayó fulminado por una lluvia de balas.
Una enardecida multitud despidió, a ritmo de bachata y con peleas de gallos,  al exagente de la policía, quien a pesar de llevar consigo un pesado rosario de muertes hasta su tumba, en Gurabo lo consideraban héroe, gran hombre, buen amigo, conversador, afable  y una persona dadivosa que le mataba el hambre a cualquiera.
Cuando en el cementerio de Gurabo la lápida de la tumba que servirá de última morada cubrió para siempre el enérgico cuerpo de la Soga, hubo llantos, dolor y mujeres desmayadas por la partida del ser que amaban…. y  hasta se escucharon  voces y gritos de venganza y reclamo de justicia.
EL DOLOR AJENO
Una escena dolorosa, similar a la que vivieron  los parientes y amigos del temible exagente policial, en Gurabo, le tocó sufrir en Canca la Piedra, Tamboril, a la familia del joven taxista Antonio Guareño Polanco (La Muerte), quien fue ultimado  a balazos por la Soga y el Escuadrón de la muerte la tarde del 3 de Agosto de 1999, en Los Ciruelitos Santiago.
Hay muchos incautos que se atreven a afirmar que, sin ser verdugo nombrado por la justicia para ejecutar a los condenados a muerte, la Soga hacía el trabajo para el cual le pagaban y que solo mataba a delincuentes. 
Pero es importante destacar que la Policía Nacional esta para poner el orden público, no para matar, y que Antonio Guareño, al igual que otras de las víctimas de la Soga, no tenía  prontuario delictivo.
La Muerte, como le decían al hijo de Marcos Guareño y  la difunta María Justina Polanco, era un padre de familia que se ganaba la vida taxiando y dejó dos niños huérfanos y a una mujer viuda, sin fortuna para la crianza de sus hijos.
El día que el Escuadrón lo mató,  Antonio  transportaba a dos hombres que le pagaron una carrera, pero  que supuestamente eran perseguidos por traficar drogas prohibidas.
La Soga, Cabrerita, Lopecito y La Cobra persiguieron el táxis que conducía La Muerte, quien se detuvo a pesar de la oposición de sus dos pasajeros, los cuales se desmontaron del vehículo y hulleron bajo una lluvia de bala. Sin embaro, el inocene de Antonio salió del vehiculo con las manos en alto  para que no le dispararan, pero no hubo compasión y murió fulminado a balazos.
Según testigos oculares del hecho, para rematarlo La Soga le pasó el carro por encima al cuerpo inerte de La Muerte y las llantas del vehículo le aplastaron la cabeza, dejándolo irreconocible.  
Su familia clamó justicia sin que las autoridades le hicieran caso y los parientes de La Soga ni se enteraron de aquella horrible muerte, ocurrida hace 21 años.

VIDEO DEL ENTIERRO DE LA SOGA
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