CODIGO 32.
Por Rey Arturo Taveras.
Desde tiempos remotos los humanos han buscado la protección de dioses y seres poderosos que los salven de
todos los males y de los demonios que
habitan en la tierra. También se refugian
en un Leviatán al que delegan sus poderes para que los defienda de sus iguales y proteja de los
intrusos invasores del territorio donde viven.
Por eso los humanos siempre han creido en un Dios todopoderoso, al que
consideran omnipotente, al cual temen y
veneran, lo alaban como Rey de Reyes,
creador del universo y de todo lo visible e invisible que existe en la tierra y en el infinito.
Como ese Dios es invisible y
tiene su trono en el cielo, los humanos creen en santos y deidades, así como en cualquier persona que se presente ante el pueblo como un
mesía que habla con Dios y que sirve como su mediador ante la humanidad.
El pueblo dominicano fue
creado en el fragor del catolisismo español y en su embrión social se
conjugaron varias religiones, sus habitantes han sido moldeados durante mas de 500 años por sacerdotes y en hogares creyentes a
ultranza, tanto así que su fe esta consagrada en la constitución del Estado, el cual se define como republicano y
religioso.
Es por eso que, al surgir un hombre que, al igual que Cristo, sale de su pueblo
con una cruz acuesta y afirma haber hablado con Dios y que el creador lo ha
elegido para llevar un mensaje de aliento al pueblo, en un momento en que el país vive preso del pánico
creado por un virus que amenaza con terminar con la humanidad, es obvio que una
multitud mesiánica lo siga.
Empero, a diferencia del
verdadero enviado de Dios, Jesuscristo, este mesía dominicano, llamado Migdolio Adames, no fue obligado a
cargar una cruz hasta el gólgota, ni fue azotado a latigazos, ni le negaron agua,
todo lo contrario lo protegieron, le dieron mucha agua y alimentos en el camino
y lo ovasionaron a su paso por los pueblos, sin apresarlo, escupirlo ni
matarlo.
Salido como del guión de una novela, la gente recibió al Peregrino
sin conocer la magia de su presencia y sin
saber que su inmensa humanidad y su dimensión divina contaba con el auspicio de los
ángeles que sirven al leviatán que
dirige los destinos del pueblo dominicano.
Es por eso que debemos comprender
desde un contexto religioso y legal la
concentraciٔón masiva que se produjo en Puerto Plata con la visita del llamado peregrino que, al igual que Jesucristo, dice ser un enviado de Dios, quien le habria encomendado la mision de llevar un mensaje a los dominicanos y al mundo sobre
la pandemia del coronavirus.
Empero, el escándalo que incendió
las redes sociales tras la visita del peregrino a la Novia del Atlántico también
hay que evaluarlo en el marco de la ley, a partir de una violación a una disposcición de
la presidencia de la República de mantener un distanciamiento social durante la
cuarentena para evitar el contagio y expansion del COVID 19.
Antes de condenar a Migdolio y
crucificarlo, se dede tomar en cuenta que todas las autoridades, civiles y
militares, así como las eclesiásticas, savían de la misión del susodicho personale,
al que vieron entrar a la ciudad en cuestión, escoltado por agentes del orden, paramédicos y ambulancias para emergencia y seguido de
miles de personas, pero nadie se interpuso a sus pasos, ni lo detuvieron por
violar la ley.
Tan pronto surgió el escándalo,
todos los cañones fueron enfilados hacia el Peregrino, el cual fue
acusado de convocar al pueblo y arrastrar con su magia a miles de personas hacia
una playa de Puerto Plata, exponiéndolas al contagio de la mortal enfermedad para escuchar un mensaje divino, en boca de un humano.
Las autoridades religiosas y
sanitarias, asi como el gobernador , la Policía Nacional y Militar que lo
dejaron entrar a la ciudad con la cruz acuesta y sin tomar las medidas de precaución para evitar el contagio, se lavaron
las manos, tal cual lo hizo Poncio Pilato y junto al pueblo condenaron
al Peregreino al que acusaron de violentar la ley y movilizar a la gente y su
castigo fue la crucificción mediática y la negaciٔón de Dios a cumplir su
promesa de liberar al pueblo y al mundo de la pandemia del coronavirus, la cual sigue causando estragos.
El mayor pecado del Peregrino fue ser chivo espiratorio de un Leviatan que buscar cambiar el panorama electoral de su partido en un pueblo donde perdió liderazgo y los números no le favorecen para un triunfo electoral.