Rinden homenaje a seis jóvenes de Tamboril que fueron estudiantes meritorios en EE.UU
TAMBORIL, R. D.- El sol de Tamboril amaneció más brillante que nunca para recibir a seis jóvenes cuyas raíces, aunque ancladas en tierra dominicana, han florecido con fuerza en la gran urbe de Nueva York.
Entre ellos, tres hermanos que son como un mismo latido: los trillizos Luis Germán, Marcos Tulio y Luis Emilio Amezquita Zapata, de 17 años, hijos del periodista y educador Luis Amezquita, oriundo de Arroyo del Toro.
Su historia es un espejo limpio donde se refleja la constancia de padres que, desde el amanecer hasta el ocaso, luchan tras el mostrador de una tienda para tejer con hilos de sacrificio el futuro de sus hijos.
También fueron reconocidas Madelyn Capellán,TeAnnna Mena Santana y la radiante Jayleen Torres, de 18 años, quien nació en tierras estadounidenses pero llevó en su sangre la savia de Tamboril.
Con un índice académico de 99.8 en The College Academy y el horizonte de la medicina y las ciencias políticas en la Universidad de Emory, Jayleen prometió ser embajadora de su cultura, sus raíces y su comunidad, allí donde la vida le trace caminos.
El acto, presidido por el alcalde Anyolino Germosén, tuvo un aire de fiesta y solemnidad a la vez, como si el pueblo entero hubiera acudido a abrazar a sus hijos ausentes.
“Este programa de excelencia académica es más que un diploma: es la prueba de que nuestros jóvenes pueden conquistar el mundo sin dejar de ser hijos de su pueblo”, expresó Germosén.
El cónsul dominicano en Nueva York, Jesús “Chu” Vásquez, estuvo presente para recordar que los dominicanos, allá donde estén, crecen como árboles firmes que se alzan hacia el cielo sin olvidar la tierra que los nutrió.
Vásquez invitó a todos a sentirse orgullosos de su patria, subrayando que los dominicanos “se han agigantado” en Nueva York y en cada rincón de los Estados Unidos.
El presidente Luis Abinader ya había recibido, días atrás, a este selecto grupo de 30 estudiantes meritorios de origen dominicano, como parte de una iniciativa del consulado para tender puentes entre la tierra que los vio nacer y la que les vio crecer.
Los estudiantes hicieron, una travesía de regreso que les permitió caminar por calles que sus padres recorrieron descalzos, conocer la historia que corre por sus venas y reencontrarse con una patria que, aun en la distancia, siempre los ha llamado por su nombre.
En Tamboril, se entregaron reconocimientos y se sembraron semillas de orgullo, de esperanza y de pertenencia, que algún día darán frutos tan brillantes como la luz que trajeron estos jóvenes desde el norte.
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