El Feminicidio: Un espejo de una cultura machista legitimada
El feminicidio, cruel epílogo de una
historia de desigualdad, no es solo un crimen; es el reflejo de una cultura
que, durante siglos, ha legitimado la idea de que el hombre es propietario de
la mujer.
El derecho de propiedad que se abroga
el hombre su pareja, reduce a la mujer a un objeto desechable y alimenta
un ciclo interminable de violencia que genera la muerte de la mujer y se
convierte en un castigo a su "desobediencia", y su cuerpo, en un
campo de batalla donde se libran egos y luchas de poder masculinas.
En la cultura machista, la mujer ya no
es pareja, sino propiedad; no es vida, sino un pedazo de tierra sobre el que se
luchan vanidades y poder.
El dolor que deja la muerte de una
mujer a manos de su pareja se extiende más allá de la víctima directa, porque
los hijos, huérfanos de madre y padre, quedan marcados para siempre por
cicatrices invisibles, secuelas de una violencia que no saben cómo sanar.
Mientras tanto, la sociedad sigue
mirando hacia otro lado, delegando la responsabilidad del cambio a un
Ministerio de la Mujer que, en el mejor de los casos, lucha en solitario.
Las estadísticas, frías y crueles, nos
recuerdan que en la República Dominicana cinco mujeres son asesinadas cada mes,
muertes que dejan en su estela huérfanos, padres rotos y una sociedad que sigue
mirando al horizonte, indiferente, sin exigir justicia.
Los casos de feminicidio en el país revelan
una macabra repetición de patrones, donde el agresor se convierte en un asesino
serial y la impunidad, al igual que la negación, prevalecen en el sistema
judicial.
La falta de una respuesta adecuada y el
vacío institucional permiten que los hombres sigan viendo como un derecho
inalienable la posesión sobre las vidas, los pensamientos y los cuerpos de las
mujeres.
Esta violencia de género, sustentada en
el odio, los celos y la ausencia de formación en valores, perpetúa la falsa
creencia de que el "orgullo de los hombres" vale más que la vida de
una mujer.
Es esencial que la sociedad, el
gobierno y las instituciones comprendan que el feminicidio no es un hecho
aislado, sino una consecuencia de una cultura profundamente machista, que ha
sido aceptada, respaldada y justificada por el poder económico y de supremacía
masculina.
Erradicar esta violencia exige, ante
todo, una reeducación colectiva, desde los hogares, las escuelas, iglesias, clubes
y otras organizaciones, estableciendo una campana en la que se ensene a las
mujeres a Las mujeres demostrar que su cuerpo no es propiedad de nadie.
Siendo la mujer la mitad de la
población y madre de la otra mitad, la lucha contra el feminicidio no es
solo de género, sino una lucha por la humanidad misma.
Sin educación sobre el valor de mujer
en la sociedad, seguiremos siendo cómplices de un horror interminable que
culmina en la muerte del ser que da vida, el ser que, como madre, crea,
alimenta y cuida al ser que se incuba y nace en su vientre.
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