El párroco Javier Báez Jorge, un pastor de almas y centinela de su pueblo
Por Rey Arturo Taveras
TAMBORIL, R.D.- En Tamboril, la voz del padre Javier Báez Jorge, párroco de la Parroquia Santuario San Rafael Arcángel, se escucha más allá de los límites del altar, convirtiéndose en un servidor incansable del cuerpo y del alma de su pueblo.
Pastor de ovejas y guardián de vidas, Báez Jorge ha roto los moldes de la función pastoral tradicional.
Es un hombre afable que no se limita a perseguir almas descarriadas, si no que se lanza, con sotana o sin ella, a las aguas turbulentas de los problemas sociales.
Allí donde la comunidad clama, él acude: gestiona vehículos y herramientas para bomberos y defensa civil, organiza brigadas de apoyo, y se convierte en centinela en las horas oscuras en momentos de la catástrofe.
Durante las inundaciones del pasado domingo, su figura se confundía con la de los hombres del casco rojo socorriendo vidas.
No era solo un sacerdote: parecía un bombero, un rescatista, un hermano de la Defensa Civil.
Con ellos caminó, hombro a hombro, en la búsqueda de la joven Lisbeth Meléndez, quien pereció tras lanzarse a salvar a un niño de las aguas embravecidas de la cañada del barrio El Calientísimo.
La comunidad, testigo de su entrega, ve en él no solo al hombre que celebra la misa dominical, sino al servidor público que se arrodilla ante el dolor humano para levantarlo.
Es un sacerdote que entiende que evangelizar es también rescatar, consolar, curar y actuar.
El padre Javier no solo predica con palabras: su sermón más profundo se escribe con hechos, con sudor y con la fuerza de un compromiso que, como río desbordado, no conoce fronteras.
Dios siga bendiciendo nuestro párroco
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