La guerra como negocio y coartada, en Europa
Europa se tambalea al son de tambores que no cesan en anunciar guerra como negocios y coartadas.
En Londres, los líderes de las potencias europeas se reunieron de urgencia, en Londres, tras el enfrentamiento de Zelensky con Donald Trump, no para debatir el futuro de sus pueblos, sino para afilar las espadas de una guerra que ya ha cobrado demasiadas víctimas, en Ucrania.
Mientras sus presupuestos se desangran en el altar bélico de la OTAN, los derechos sociales y económicos de millones de ciudadanos europeos quedan reducidos a cenizas.
Los líderes de la Unión les decían a sus pueblos que no había dinero y lo decían como una letanía de la austeridad, por lo que no era posible aumentar las pensiones, mejorar la sanidad pública ni invertir en una educación digna.
Sin embargo, la misma Europa que predicaba el evangelio del ajuste fiscal se ha convertido en un manantial inagotable de fondos para la guerra.
Son ellos, los mismos que negaron cada euro para mejorar las condiciones de vida de la gente, encuentran ahora miles de millones para fabricar tanques, fragatas y aviones de combate.
Es un secreto a voces que La OTAN y la UE fueron arquitectos del conflicto en Ucrania y pidieron con insistencia el cese al fuego por parte de Rusia, pero ahora que EE.UU. muestra signos de retirada, Europa decide intensificar la escalada, como si la guerra se hubiera convertido en su único proyecto común.
Alemania, que durante años llevó la bandera de la disciplina fiscal, desbloqueó un fondo extraordinario de 100.000 millones de euros para el rearme, con la promesa de que podría ampliarse.
En Francia, mientras el gobierno de Macron aplasta con puño de hierro las protestas contra la reforma de pensiones, destina 413.000 millones de euros a gasto militar hasta 2030.
En España, donde la sanidad pública se desmorona y la crisis de vivienda asfixia a la población, el presupuesto de Defensa ha crecido un 26 % en solo un año. Millones para misiles, pero migajas para los hospitales y las escuelas.
Quieren hacer creer que los sacrificios son patrióticos, que debe debe aceptar vivir peor en nombre de la defensa de Europa de un enemigo imaginario que solo ellos pueden ver, porque lo han creado como negocio y coartada.
La maquinaria propagandística ya está en marcha: en el Reino Unido, el ministro de Defensa habla de reinstalar el servicio militar obligatorio; en Polonia, militarizan las escuelas; en Suecia, preparan psicológicamente a la población para la guerra.
La ruptura energética con Rusia no solo disparó los precios, sino que dejó en evidencia la fragilidad del continente.
Ahora, la locomotora alemana se ralentiza, sus fábricas cierran y el costo de la energía se convierte en una soga al cuello para la industria.
Los líderes no explican que las facturas del costo de esa crisis no las pagan losa banqueros, ni los magnates de la guerra, sino la clase trabajadora, condenada al desempleo y la precariedad.
Ahora, con cualquier puente hacia la paz dinamitado, el precio de esta guerra lo seguro pagando todos, excepto quienes la planificaron desde sus despachos.
Europa, que alguna vez soñó con ser un faro de progreso, se ha convertido en una sombra de sí misma.
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