Periodista Johan Rosario apela a la literatura y evoca la Fortuna y la Muerte de un tamborileño
Análisis del Relato ‘’Cuando el dinero se convierte en muerte’’
El periodista, escritor y empresario Johan Rosario, maestro
de las palabras, desata su pluma para resucitar la historia de Omar García, el
tamborileño cuya riqueza y tragedia se entrelazaron como dos amantes fatales.
Rosario, reconocido emprendedor de Tamboril, da vida a
un relato donde una fortuna que llega de forma inesperada se evapora como un cometa fugaz, solo para dejar tras
de sí la sombra de la muerte.
Es la crónica del joven Omar García, hijo de Los Fríos, Tamboril, cuyo
destino se precipitó hacia un abismo cuando la fortuna que le sorprendió se tornó en el veneno de su vida, al sentirse millonario,
dejándose guiar por el derroche del dinero que recibió .
Johan destaca que tras dilapidar, como hojas de palo, millones de pesos, una madrugada de junio de 2006, bajo el oscuro
manto de la fatalidad, en una retorcida calle que conduce de la provincia Duarte a Nagua, lo asechó la muerte.
Omar García, con la soberbia del que ignora el filo del
destino, dejó que el freno de su vida se oxidara, por lo que Rosario lo describe como
un hombre que danzó con la fortuna, solo para ser atrapado por el abrazo frío
de la muerte.
“La riqueza llegó a Omar como un relámpago en una tormenta
imprevisible cuando un juicio favorable le entregó medio millón de dólares,
tras un accidente en Estados Unidos, una fortuna equivalente a 27 millones de
pesos durante la crisis del Baninter, en el 2003”.
En su conmovedor relato Johan describe como aquel tesoro, más que una bendición, fue la maldición que transformó las manos de Omar en ríos de billetes que desembocaban en las garras de viciosos,
indigentes y la vorágine de la perdición: crack, ron, mujeres y cocaína.
Aquel hombre de máscaras múltiples, repartía lujos como
quien siembra esperanzas en un campo estéril, con barrios arropados de necesidades como surcos que absorbían su riqueza .
El escritor establece que un día, un predicador de redención, con una Biblia en la mano y
los ojos cargados de arrepentimiento pidió al benefactor del vicio ayuda para construir la Iglesia Santa Ana del barrio Carlos Díaz, por lo que sobre cimientos de
pecados purificados y con dinero Omar entregó un templo nuevo y acogedor a la feligresía, la que no logró salvarlo de la muerte con sus oraciones.
La noche que la muerte extendió sus alas, Omar conducía su
Jeepeta Montero 2003, con la arrogancia de un dios mortal.
Relata que junto al millonario viajaban Domingo, Richard y Juan Boro, sombras
titubeantes en un torbellino de ron y temeridad. Recorrieron Tamboril, Moca y,
sin brújula, se dirigieron hacia el abismo.
En un simbolismo cruzado, el escritor retrata con metáforas con el ron, en copas traicioneras, empapaba su destino, y Omar
exclamaba con voz de trueno: “¡Soy rico, mano!”. Sus palabras, un eco
premonitorio, anunciaban alas no de libertad, sino del ángel oscuro que ya
danzaba a su lado.
En la carretera rumbo a Nagua, la muerte aguardaba con
paciencia perversa. Omar, vencido por el alcohol y el sueño, dormía mientras el
volante se aferraba a sus manos vacías de vida.
“Un camión surgió como un titán de hierro. No hubo gritos, ni
frenazos, solo el estallido de la tragedia. La Jeepeta fue devorada por la
brutalidad del impacto”.
“Cuando el polvo se disipó, Omar quedó atrapado entre
cristales y sombras, su cabeza un mosaico irreconocible de carne y tragedia.
Domingo, con el cráneo desmenuzado, y Richard, temblando entre vida y muerte”.
“Solo Juan Boro, despierto en la pesadilla, vio los cocos
dispersos y los sesos de su amigo esparcidos como una alfombra macabra sobre el
tablero”.
Johan Rosario, con la pluma afilada del destino, concluye su
relato: Omar García es un eco que resuena eternamente en Tamboril, un himno
lúgubre sobre el poder corrosivo del oro y la fragilidad del hombre.
Como sentencia Rosario:
"Amaneció bajo las alas de la muerte, todavía le late
el alma; el corazón no lo siente, amaneció bajo las alas de la muerte."
La fortuna, embustera como sirena, lo sedujo solo para hundirlo en el abismo de su propia caída.
Omar García murió, pero su historia
vive, un susurro de advertencia y un legado sombrío del precio del oro sin
juicio.
Los caminos de la vida son impredecible: Conoci a Omar en Morris Ave Bronx NY. Su madre que vivía en el área donde yo vivía. Recuerdo un dia el estaba hablando por teléfono público con su abogado , todavía no había recibido el dinero de la demanda, cuando paso frente a Omar, me dice Hilario dame menudo que estoy hablando algo muy importante con mi abogado. Bueno le di un menudo y seguí mi camino. Solo volví a saber de él por las noticias, que anunciaban su muerte en un accidente en RD🙏🇩🇴
ResponderEliminarAsí es la vida, hermano
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