La Gran Vía: Un Paseo por el Corazón Palpitante de Madrid
ESPANA.- Visitar la Gran Vía de Madrid es adentrarse en un teatro viviente donde el tiempo y el espacio se abrazan con el comercio atrapante en una danza de atracción cultural y económica.
Esta arteria vital, con su inicio en la emblemática calle de Alcalá y su desenlace en la majestuosa plaza de España, se alza como un espejo de los sueños arquitectónicos y sociales que dieron forma a la capital española, desde principios del siglo XX.
Caminar por las losetas que adornan sus calles es sentir el latido incansable de una ciudad que nunca duerme, la que, como un gran titán, levanta sus hombros hacia el cielo con edificios que parecen narrar historias al oído de los turistas que la visitan.
La Gran Vía, conocida por muchos como el «Broadway madrileño», es la personificación del arte y el entretenimiento, donde antes las marquesinas de los cines iluminaban la noche y hoy la magia de los musicales captura el alma de los visitantes, dejando un rastro de aplausos en el aire.
En su tramo desde la plaza del Callao hasta la plaza de España, la melodía de los recuerdos se mezcla con el bullicio de las personas que por alli transitan y visitan los establecimientos comerciales que la circundan.
Los cines que fueron templos de peliculas han mutado, adaptándose al cambio, y han abierto sus cortinas a producciones teatrales que compiten con las de Nueva York o de Londres, Viena, Francia y Praga.
Los neones que emergen sobre las cabezas de los paseantes parecen guiñar los ojos, como si cada uno guardara secretos de las noches que han visto.
La moda también ha encontrado su reinado en la Gran Via, dondes desde la Red de San Luis hasta el Callao, escaparates relucientes se suceden como versos de un poema de modernidad.
Los maniquíes de los centros comerciales se visten con las tendencias de las ultimas modas que cruzan océanos, reflejando la diversidad y el dinamismo de una ciudad cosmopolita que mueve el dinero como los aborigenes de América pepitas de oro en lso rios.
HISGTORIA
Aunque la Gran Vía experimentó en 2016 y 2017 un experimento de peatonalización, el rugido de los motores nunca se apagó del todo. Sin embargo, el ritmo de los coches aún compite con el caminar humano.
En marzo de 2018, un nuevo plan comenzó a dar más espacio a los peatones, estrechando los carriles y ampliando las aceras para que la historia, escrita en piedra y hierro, pueda ser tocada y vivida de cerca.
Esta avenida nació de sueños y frustraciones, por lo que desde mediados del siglo XIX, los urbanistas ansiaban una vía que conectara el centro con el noroeste, abriendo paso a la modernidad entre las angostas calles de la vieja ciudad.
El arquitecto Carlos Velasco, en 1886, dibujó con esperanza los planos de una gran avenida que cortaría de este a oeste, una obra que inspiró incluso una zarzuela, La Gran Vía, cuya música de Federico Chueca y libreto de Felipe Pérez y González aún resuena en la memoria colectiva.
Pero como tantas obras visionarias, el proyecto se topó con la resistencia del tiempo y los hombres. Los vecinos, temerosos del cambio, y la muerte prematura de Velasco dejaron sus planos en papel.
Un detalle curioso: el sueño de una calzada de madera quedó grabado en los anales como un adelanto que nunca fue. Así, la Gran Vía esperó pacientemente hasta que, finalmente, se hizo realidad en el siglo XX.
Hoy, como una arteria que respira al compás del presente, la Gran Vía es más que una calle: es un símbolo de la evolución de Madrid, un tributo a su espíritu incansable y un recordatorio de que la ciudad, como la vida misma, siempre sigue adelante, siempre se reinventa.
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