Manuel Rosario Ramos: Comerciante Ejemplar que dejó su impronta en Tamboril
Era el quinto de
ocho hermanos, creció bajo el sol abrasante en el umbral de su tierra natal,
destacándose desde joven en las disciplinas deportivas, donde el béisbol, como
una segunda piel, lo cobijó con sus retos de destreza, disciplina y entrega
humana a lo que amaba. Su poder al bate impresionó a los aficionados de ese
deporte que se habían convertido en sus fanáticos y símbolo de su carácter:
audacia, decisión y coraje
Manuel inició sus
estudios primarios en la escuela Sergio A. Hernández de Tamboril, y continuó su
formación secundaria en el Liceo G.U.G. de Santiago, siempre con un ojo puesto
en el futuro. Pero el destino, implacable y oscuro, lo sorprendió en los
tumultuosos años 60, cuando el país se sacudía bajo las olas de las revueltas
sociales. En medio de una protesta estudiantil, una bala perdida se alojó en su
pierna derecha, marcando un antes y un después en su vida. La herida, aunque
física, fue más bien emocional, pues el joven Manuel vio desvanecerse su sueño
de estudiar y aportar con su intelecto a su comunidad. Así, su vocación de
hombre de letras se desvaneció, como un fuego que se apaga sin previo aviso.
Pero en lugar de
sumirse en la oscuridad, Manuel encontró una nueva senda, la del trabajo
honrado y la tenacidad. Se convirtió en un comerciante de notable éxito,
primero como empleado en una tenería, luego como canjeador de dólares en las
calles de Santiago. Su esfuerzo fue recompensado y, con el tiempo, emigró a
Estados Unidos, donde se dedicó con ahínco al trabajo en un hospital. Allí, la
vida le concedió la oportunidad de alcanzar la ciudadanía, y con ello, una
nueva patria que abrazó con la misma dedicación con la que amaba su tierra
natal.
El amor de su
vida, Altagracia Rosalin Monsanto (Pina), llegó a su corazón en 1979. Juntos,
en 1982, trajeron al mundo a su hijo único, Johan Manuel Rosario Monsanto, el
legado de su amor y esfuerzo. La relación entre Manuel y Pina, más que una
unión matrimonial, fue una oda al compañerismo, la ternura y la dedicación
inquebrantable. Pina, con su sonrisa luminosa, alma generosa y corazón noble,
fue la compañera que todo hombre necesita para escalar las cumbres del éxito y
la felicidad. Ella, al igual que él, era querida por todos, pues su humildad y
bondad eran tan vastas como el cielo.
Johan, el tesoro y
la razón de ser de Manuel, creció bajo el manto de los principios que sus
padres le inculcaron. Gracias a su formación, se ha erigido como un destacado empresario,
periodista y escritor de fama internacional,
el que ha sido reconocido por las afamadas revistas Forbes y Mercado, así como por
Latin American Quality y otras instituciones de renombre como uno de los
empresarios más destacados de la República Dominicana y Latinoamérica. Su
éxito, sin duda, es un reflejo del amor y los valores que recibió en su hogar,
por lo que la comunidad tamborileña lo califica como un filántropo del
altruismo y amor al prójimo.
Desde el reino
celestial de Dios, Manuel observa con una sonrisa serena los logros de su hijo,
sabiendo que su legado sigue vivo. Su alma permanece en cada rincón de los
corazones de sus seres queridos. En la memoria colectiva de Tamboril, Manuel
Rosario es recordado como un hombre de virtud, prudencia y respeto, un faro de
humildad que iluminó el camino de muchos. Su ejemplo sigue vivo, un eco resonante
en cada paso de su familia y de su pueblo, que lo lleva en su corazón, hoy y
siempre.
"Un
hombre de principios, un comerciante ejemplar, que vivió con dignidad y dejó un
legado de amor y sabiduría. Su nombre perdurará en los ecos del viento de
Tamboril: Manuel Rosario."
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