La Fiesta que se convirtio en una lucha legal en Punta Cana, R.D
El plan era sencillo y hermoso: despertar al abuelo Ercilio con el cumpleaños número 90 abrazado por el mar del Caribe, en República Dominicana, mientras el sol de Punta Cana le encendía la sonrisa que los años no habían logrado apagar.
La familia Fenton-Claxton, una constelación de casi treinta almas, llevaba meses organizando ese sueño con la paciencia de quien borda un recuerdo para toda la vida.
Pero aquel sueño, luminoso, cálido, casi sagrado, terminó convertido en una sombra que les mordió los bolsillos y el corazón, dejando una estela de sentimientos amargos que les hicieron tragar en seco la desilusión inesperada.
Confiaron sus ilusiones a una supuesta agencia, Gozo Travels, nombre que prometía alegría y terminó siendo un presagio invertido. También confiaron en una mujer que se presentó como Heidy Candelario Martínez, recomendada por una amiga de un familiar… ese tipo de referencias que parecen seguras porque nacen del afecto, pero que a veces esconden grietas invisibles.
Para el evento, fueron depositando el dinero como quien riega una esperanza: pagos individuales, transferencias, capturas de pantalla, comprobantes… cada dólar era un ladrillo para levantar la fiesta del abuelo. En total, más de 20,000 dólares, una cifra que para muchos era un sacrificio, pero que todos entregaron con gusto por ver a Ercilio, el patriarca, con su rostro acariciado por la brisa del mar Caribe y rodeado por sus hijos y nietos, con la música de las olas marina al compaz de las voces cantando cumpleanos feliz.
El día llegó. Todos partieron desde Estados Unidos y México con maletas que pesaban más por la ilusión que por la ropa que llevaban. Al pisar el lobby del hotel Serenade Punta Cana, creyeron haber llegado al inicio de su celebración. Pero la realidad cayó como un apagón repentino que sepultó los rostros en una oscura contrariedad que apagó la fiesta, antes de comenzar.
-Aquí no existe ninguna reserva a su nombre. -dijo el empleado del hotel, con esa frialdad involuntaria de quien da una mala noticia sin comprender su magnitud.
El silencio fue un golpe seco, sepulcral. La alegría se desvaneció como la espuma del mar que se agitaba en la distancia. Luego vinieron las miradas, el desconcierto, los teléfonos agitados buscando señal, y la angustia subiendo como marea oscura. Treinta personas, ninguna reservación. Ni un solo cuarto. Ni una sola letra en el sistema.
Los comprobantes hablaban. Las transferencias existían. Pero la reserva… no.
Heidy Candelario, la supuesta vendedora de las reservas en el hotel no respondía llamadas, ni correos, ni mensajes: se esfumó como la espuma del agua o se la tragó el mar. La mujer que había sido la puerta de entrada al viaje era ahora un muro absoluto que impide la felicidad de la prole familiar parapetada en el lobby del hotel.
El dominio web de Gozo Travels, la agencia responsable de la reservación, estaba caído, como si jamás hubiera respirado. La empresa, según verificaron, tenía su RNC suspendido, un nombre social distinto Ozo Travels & Transp SRL y ni siquiera contaba con el Registro Turístico para operar legalmente.
En el lobby del hotel, la familia pasó horas sentada, cada minuto convirtiéndose en la evidencia dolorosa de la estafa. Algunos lloraban desconcertados y otros apretaban los dientes. En tanto que Ercilio, el abuelo, observaba en silencio, con esa calma antigua de quien ya ha visto demasiadas tormentas para dejarse romper por otrael y trataba de imponer su calma forjada en sus 90 años cumplidos.
-Es muy triste que pasen estas cosas. -dijo Yaniris Suriel, tratando de sostener la voz mientras mostraba decenas de comprobantes a nombre de Candelario Martínez.
-Uno baja la guardia, porque viene de una referencia familiar…
La fiesta que debía ser un homenaje se convirtió en un duelo por el dinero perdido y la confianza traicionada. Lo que debió ser un abrazo colectivo terminó siendo una larga conversación con las autoridades, un reporte en el DNI, y la preparación de una querella ante la Procuraduría General de la República.
El viaje que buscaba celebrar la vida de Ercilio terminó empujando a la familia hacia una lucha legal, tratando de rescatar la dignidad que les robaron junto al dinero.
Aun así, entre la rabia y la tristeza, quedó una lección pronunciada en voz firme por Yaniris:
-Si algo aprendimos hoy es que siempre hay que verificar la legalidad de una agencia. Confirmar los registros, validar las reservas… no importa quién te la recomiende.
En medio de ese final amargo, mientras el abuelo miraba el horizonte que no pudo disfrutar desde la habitación soñada, solo dijo, con una ternura que desarmó a todos:
-No se preocupen… el cumpleaños lo celebramos donde sea. Lo importante es que estamos juntos.
Porque a veces, incluso en las historias más tristes, la familia es el único lugar donde nunca te estafan.
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