Johan Rosario: un ser de bondad atrapado por la inocencia infantil
Johan Rosario, empresario, periodista y escritor, camina por la vida con el alma abierta como un río que nunca se cansa de dar agua.
Ama la naturaleza con la devoción de quien sabe que en cada árbol habita una oración, y en cada pájaro una melodía de libertad.
Pero su amor más hondo lo guarda para los niños, las mujeres y los ancianos, porque en ellos ve reflejada la fragilidad y la grandeza de la existencia.
Cree que todos los humanos están libres de maldad, porque, dice con firmeza, nadie puede hablar ni mirar de lo que no está lleno su corazón.
Johan está rebosante de bondad y ternura, solo encuentra espejos limpios en las miradas ajenas.
Un niño adorable llamado Sebastián llega a su vida y la conquista con la fuerza invisible de su dulzura, como la brisa que refresca sin pedir permiso.
Johan lo acoge en su alma y considera cada sonrisa suya como un manantial de amor, un río cristalino que corre hasta lo más hondo del alma.
Considera que cuando Sebastián ríe, en su risa se abre una ventana hacia el futuro.
Es un canto fresco, transparente, que lleva dentro la promesa de que la vida nunca deja de florecer. Sus ojos, redondos y grandes como amaneceres, son espejos donde la inocencia se abraza con la verdad más pura de la existencia.
Johan recuerda entonces las palabras de José Luis Perales: “en los niños está la verdad” y es por es que comprende que esa verdad no necesita adornos: en los niños no hay máscaras ni artificios, solo la claridad del alma desnuda.
En las pequeñas manos de Sebastián late una ternura inmensa y en sus pasos breves camina la eternidad de los sueños aún no alcanzados. Verlo andar es contemplar la esperanza en movimiento.
El joven empresario entiende, con el corazón reverente, que un niño es mucho más que un instante en la vida, es un recordatorio de lo sagrado.
Johan considera:
La vida como don.
El amor como el universo del todo .
La risa como música.
Y la inocencia como verdad que, en silencio, salva.
😍😍
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