Una tragedia que encierra más preguntas que respuestas"

CODIGO 32

Por Rey Arturo Taveras 

DUARTE.- La madrugada del pasado jueves 19 de diciembre, el silencio de la urbanización Caperuza II, en San Francisco de Macorís, fue rasgado por un suceso que se desliza entre la bruma de lo inexplicable. 

Paloma Caridad Pérez Hernández, de 33 años, y su hija Melanie, de 20, protagonizaron una tragedia que aún envuelve al sector en un velo de incertidumbre.

A las 2:00 de la mañana, el taxi que las transportaba se detuvo frente al residencial y según testigos, ambas descendieron del vehículo con prisa, como si el aire mismo las persiguiera, cargado de un peligro invisible.

 De aquel trayecto, sin embargo, emergen preguntas que clavan sus raíces en el desconcierto: ¿a quién buscaban?, ¿de qué o quién huían?, y, sobre todo, ¿qué cadena de sombras desató el desenlace fatal?

En un aparente arrebato de furia o desesperación, Paloma hirió con un casco de botella rota a su hija antes de quitarse la vida.

 Melanie, trasladada de urgencia al Hospital San Vicente de Paúl, lucha entre los brazos de la medicina por recuperar su estabilidad. 

Mientras tanto, su madre deja tras de sí no solo una pérdida, sino también un rompecabezas.

Voces que contradicen al eco del silencio

Vecinos y allegados describen a Paloma como una mujer de conducta intachable, dedicada al trabajo y con un temple sólido como la roca. 

Su hija Melanie compartía el reflejo de esa estabilidad, con un carácter reservado y sereno. Ninguna de las dos había mostrado fisuras emocionales que anunciaran una tormenta.

Sin embargo, como gotas que anuncian un río oculto, surge un detalle inquietante: el pasado domingo 14 de diciembre, madre e hija habrían asistido a un centro de diversión. 

Versiones preliminares sugieren que alguien pudo haberles suministrado una sustancia, un agente silencioso que sembró la semilla del caos.

Un lienzo incompleto

El vigilante del residencial, cuya voz parece tambalearse entre lo dicho y lo omitido, describe la llegada de una patrulla policial al lugar antes de los hechos.

 Pero su testimonio, entrecortado como un faro en niebla, no aclara la acción de los agentes ni el destino del taxista que aguardaba el pago de su carrera.

¿Es esta tragedia un desenlace fortuito o el clímax de una narrativa aún oculta? 

Las autoridades investigan, pero las respuestas siguen tan esquivas como las sombras de la madrugada.

Con su recuperación, Melanie se convierte en la clave para descifrar este enigma. En su memoria podrían estar las piezas faltantes de una tragedia que, por ahora, solo deja perplejidad, lágrimas y un eco de preguntas que aún no encuentran voz.

Mientras tanto, Ribera del Jaya se mantiene en vilo, como si la madrugada aún susurrara lo que sus protagonistas no pudieron contar.


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