Reconocen a dos pilares de la educación, en Canca La Piedra

CODIGO 32
Por Rey Arturo Taveras 

CANCA ARRIBA, R. D.- En un acto cargado de emoción y gratitud, la dirección de la Escuela Primaria Gustavo Manuel Inoa, ubicada en Canca Arriba, rindió homenaje a dos grandes pilares de la educación y el progreso comunitario: la maestra Lucía Antonia Caraballo Portorreal y el profesor Gustavo Manuel Inoa Fernández.

El evento, enmarcado en una feria familiar escolar, fue el espacio en que se reconoció el legado de la maestra Lucía, quien, con su incansable lucha, fue la impulsora del proyecto comunitario que hizo posible la construcción de este centro educativo en 2008. Este logro, fruto de su dedicación y liderazgo, se ha convertido en un faro para la educación en La Pingarria y comunidades cercanas.

Asimismo, se destacó la labor del profesor Gustavo Manuel Inoa Fernández, un hombre cuya vida estuvo marcada por la enseñanza y la solidaridad. Su trayectoria, impregnada de valores y compromiso, lo llevó a ser un líder en programas como la Alianza para el Progreso de la OEA, donde promovió tanto el desarrollo comunitario como la unión de esfuerzos para construir caminos y sanar las necesidades sociales.

La profesora Maribel Candelario, actual directora de la escuela, junto a un equipo de educadores, encabezó la entrega de estos reconocimientos. También se rindió homenaje a la familia del profesor Gustavo Inoa, cuyo nombre honra el plantel como un símbolo de su invaluable contribución a la educación y al bienestar colectivo.

Estos actos no solo celebraron las vidas de dos ilustres maestros, sino que también renovaron el compromiso de la comunidad educativa con los valores de integridad, solidaridad y servicio que ambos representan.

El espíritu de Lucía y Gustavo vive en cada rincón de la escuela, como un testimonio de que la educación puede transformar realidades y construir un futuro lleno de esperanza. Loor a estos dos gigantes de la enseñanza, cuya huella perdura en los corazones y sueños de su pueblo.

Biografía de la Maestra Lucía Antonia Caraballo Portorreal

En el apacible rincón de Canca Arriba, Tamboril, donde la brisa juguetea entre montañas, nació un 6 de julio de 1947 una mujer destinada a sembrar conocimiento y esperanza: Lucía Antonia Caraballo Portorreal, cariñosamente conocida como Lucía. Hija primogénita de Ramón María Caraballo (Román) y Bienvenida Portorreal López, su infancia fue un tejido de amor, trabajo y valores que moldearon su alma.

Desde pequeña, Lucía absorbió la esencia de la enseñanza. Su madre, con manos pacientes, le enseñó las primeras letras y habilidades manuales, mientras su entorno rural la conectaba con la fuerza de la comunidad. En la escuela primaria de Tamboril, y más tarde como bachiller del Liceo Ulises Francisco Espaillat de Santiago, su pasión por las ciencias y las letras germinó como un árbol que busca el sol.

En 1970, unió su vida al profesor Tomás Francisco Rojas Silverio, en una boda celebrada en la humilde escuela básica de Canca Arriba, que también servía como templo. Juntos, edificaron un hogar cimentado en el amor por la educación, formando una familia de profesionales que llevan consigo la integridad y el compromiso comunitario heredados de su madre.

La trayectoria educativa de Lucía es un poema de entrega. Su vocación la llevó a formarse como maestra normalista en la Escuela Normal Emilio Prud’Homme y luego como profesora en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). En las aulas, su labor trascendió los libros: cultivó el arte y la cultura, impulsando talentos locales como Zacarías Ferreira, José Antonio Ramos Henríquez (Joseito), Júnior Rodríguez, José Francisco Henríquez Rodríguez (Kiko) y el periodista Arturo Taveras.

Más allá de la docencia, Lucía fue un faro de cambio social. En 1990, lideró un movimiento comunitario que culminó con la construcción de la escuela Profesor Gustavo Inoa, un sueño convertido en realidad gracias a su incansable lucha. Su amor por el desarrollo integral de su comunidad quedó plasmado también en sus actividades gremiales y sus aportes como miembro de la Asociación Dominicana de Maestros (ADP) y la Cooperativa Nacional de Maestros (COOPNAMA).

Su legado vive en los muros de la escuela, y en los corazones de quienes tuvieron el privilegio de aprender bajo su guía. Lucía es más que una maestra: es una arquitecta de sueños, una escultora de almas.

Loor a Lucía Caraballo, quien tejió con manos sabias el manto del conocimiento en las fértiles tierras de la educación.


-Semblanza del Profesor Gustavo Manuel Inoa Fernández-

En los fértiles campos de Canca Arriba, donde los días están teñidos por el aroma del café y la esperanza, Gustavo Manuel Inoa Fernández se erigió como un apóstol de la educación. Nacido en un tiempo donde aprender era un privilegio y enseñar un acto de heroísmo, Gustavo dedicó 37 años a iluminar mentes y construir caminos de progreso.

Con 26 años, comenzó su misión en Licey Arriba, donde su trabajo como director no solo formaba estudiantes, sino también comunidades. Su paso por las aulas de Carlos Díaz y Amaceyes del Carmen dejó una estela de solidaridad, donde la educación y el desarrollo social se entrelazaban como ramas de un mismo árbol.

No era solo un maestro; era un líder comunitario, un poeta de la vida, un sembrador de valores. Sus versos, declamados con pasión, reflejaban su amor por la enseñanza y su compromiso con un mundo más justo.

En su vida personal, Gustavo encontró en Carmen Filomena Torres la compañera perfecta. Juntos criaron a diez hijos, formando una familia que era un reflejo de sus principios: trabajo arduo, fe y unión.

A pesar de su retiro en 1980, Gustavo continuó alfabetizando en su pequeña aula en la iglesia San Isidro, mostrando que la vocación no se jubila. Su legado vive en cada niño que aprendió a leer gracias a él, en cada corazón que tocó con su poesía, en cada camino que abrió para el progreso de su gente.

El 7 de diciembre de 1995, el maestro Gustavo Manuel Inoa Fernández partió a la eternidad, dejando tras de sí una herencia inmortal.

Loor al maestro Inoa, quien con humildad y pasión construyó un puente entre la educación y el alma de su comunidad.


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