El rostro humano detrás del SIDA, un llamado a la igualdad
El SIDA, con
su manto oscuro, ha sido por décadas un enemigo invisible, un
"monstruo" que la sociedad dibujó con pinceladas de miedo, prejuicio
y desinformación. Como un fantasma que susurra temores antiguos, aún en la
actualidad, el estigma sigue rondando a quienes conviven con esta condición,
separándolos del abrazo de la comprensión y de la justicia
social.
Cada 1 de
diciembre, el Día Mundial del SIDA invita a mirar más allá de las
estadísticas y los titulares, para enfocarnos en las historias de vida, los
retos y las victorias de los 39 millones de personas que, según ONUSIDA, viven
con VIH en el mundo. En República Dominicana, esta cifra alcanza las 79,000
personas, un número que grita en silencio por igualdad, acceso a tratamientos y
dignidad.
El lema de
2024, "Un paso hacia la igualdad", más que un mensaje, es un desafío a la vida. Por eso urge desterrar el látigo de los prejuicios y
crear un mundo donde las desigualdades
sociales y económicas no multipliquen el impacto del VIH/SIDA, porque el virus
no discrimina, pero los humanos sí lo hacemos.
Sabemos que
el VIH no se contagia con abrazos, besos o un apretón de manos. Sin embargo, el
estigma sigue actuando como una barrera más fuerte que el propio virus.
Es irónico
que el ser humano con su inteligencia ha vencido males gigantes creando
tratamientos como la los del COVID-19,
pero el muro de la ignorancia social sigue intacto.
El SIDA no
es un monstruo, porque el verdadero monstruo son los mitos alimentado
en el cotidiano vivir y el rechazo infligimos a los portadores de esta
enfermedad.
Es hora de
dejar de señalar con el dedo y empezar a tender la mano amiga a quienes sufren
las consecuencias físicas y morales que se desprenden de la enfermedad. Porque
en cada persona que vive con VIH hay un reflejo de nuestra humanidad
compartida, y su derecho a la igualdad no es un favor, sino una deuda que
debemos saldar
Construyamos
un presente donde las cifras se conviertan en rostros, los rostros en
historias, y las historias en un movimiento que camine hacia la equidad.
Recordemos que la verdadera cura del
SIDA comienza con la aceptación y el amor hacia los infectados.
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