Eliminar la cesantía es una sentencia de muerte al derecho del trabajador
Este derecho, aunque
ha sufrido modificaciones, ha permanecido inamovible como un escudo que ampara
a quienes, tras años de dedicación, enfrentan el abrupto cierre de un ciclo
laboral.
Sin embargo, las voces que claman por su eliminación o
reforma resuenan como ecos amenazantes en los pasillos del Congreso legislativo
de Republica Dominicana, dejando al trabajador al borde del abismo de la
incertidumbre.
Eliminar la cesantía del Código Laboral seria un golpe
traicionero, una puñalada al corazón de los derechos adquiridos por la clase
trabajadora. Es arrancar de raíz la esperanza del empleado que confía en esa
indemnización como un alivio económico que mitiga el impacto de un futuro
incierto, al ser despedido de un trabajo.
Desde la perspectiva empresarial, los pagos de cesantía
representan una carga económica pesada, especialmente en un contexto de crisis
financiera. Alegan que los costos son exorbitantes, que los flujos de caja se
tambalean y que la fidelidad laboral es cosa del pasado.
Para algunos, la cesantía parece haberse convertido en una
excusa más para justificar despidos estratégicos o limitar los derechos de los
empleados más jóvenes.
Las propuestas de los empresarios van desde imponer límites
a los años de cesantía, pasando por pagos fraccionados, hasta crear un seguro
de desempleo que sustituya el esquema actual de cesantía.
En palabras de Rafael Pepe Abreu, líder sindical, “no tocar
la cesantía” en la modificación laboral es un mandato inquebrantable para evitar
desatar tormentas sociales de consecuencias incalculables.
Estas discusiones reflejan una desconexión con la realidad
de millones de trabajadores que ven en la cesantía un salvavidas frente a un
sistema laboral donde la informalidad afecta al 55.3 % de la población.
Para Iván García, representante de los comerciantes, los jóvenes trabajadores buscan su liquidación
como un medio para alcanzar metas personales inmediatas, como adquirir vehículos.
Esta afirmación parece simplista y despectiva hacia una generación que también
enfrenta retos económicos y laborales únicos.
Por su parte, el presidente del Conep, Celso Juan
Marranzini, insiste en que no se busca eliminar la cesantía, sino “estudiar
diferentes aspectos” para encontrar un equilibrio.
Sin embargo, sus declaraciones dejan entrever una narrativa
que privilegia los intereses empresariales sobre los derechos de los
trabajadores.
Es innegable que el Código Laboral dominicano requiere
ajustes para adaptarse a los tiempos modernos,
pero esto no significa sacrificar los derechos de los trabajadores en el
altar del beneficio empresarial.
La cesantía no es un lujo sino un
derecho ganado con sudor y lágrimas, por lo que eliminarla sería retroceder
décadas en términos de justicia laboral, dejando a los empleados a merced de la
volatilidad del mercado.
En un país donde las desigualdades económicas son una
constante, preservar la cesantía es una cuestión de justicia y dignidad para la clase trabajadora.
El debate sobre la cesantía es un campo minado donde chocan
intereses y derechos, pero, al final del día, cualquier reforma que atente
contra los pilares de la justicia laboral será recordada como una herida
profunda en el tejido social de la República Dominicana.
Porque, como reza un dicho popular, “quien siembra vientos,
cosecha tempestades”.
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