Eliminar la cesantía es una sentencia de muerte al derecho del trabajador

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Por Rey Arturo Taveras 

Hablar de cesantía en el ámbito laboral dominicano esinvocar una historia que desde 1944 ha sido símbolo de protección para eltrabajador.

 Este derecho, aunque ha sufrido modificaciones, ha permanecido inamovible como un escudo que ampara a quienes, tras años de dedicación, enfrentan el abrupto cierre de un ciclo laboral.

Sin embargo, las voces que claman por su eliminación o reforma resuenan como ecos amenazantes en los pasillos del Congreso legislativo de Republica Dominicana, dejando al trabajador al borde del abismo de la incertidumbre.

Eliminar la cesantía del Código Laboral seria un golpe traicionero, una puñalada al corazón de los derechos adquiridos por la clase trabajadora. Es arrancar de raíz la esperanza del empleado que confía en esa indemnización como un alivio económico que mitiga el impacto de un futuro incierto, al ser despedido de un trabajo.

Desde la perspectiva empresarial, los pagos de cesantía representan una carga económica pesada, especialmente en un contexto de crisis financiera. Alegan que los costos son exorbitantes, que los flujos de caja se tambalean y que la fidelidad laboral es cosa del pasado.

Para algunos, la cesantía parece haberse convertido en una excusa más para justificar despidos estratégicos o limitar los derechos de los empleados más jóvenes.

Las propuestas de los empresarios van desde imponer límites a los años de cesantía, pasando por pagos fraccionados, hasta crear un seguro de desempleo que sustituya el esquema actual de cesantía.

En palabras de Rafael Pepe Abreu, líder sindical, “no tocar la cesantía” en la modificación laboral  es un mandato inquebrantable para evitar desatar tormentas sociales de consecuencias incalculables.

Estas discusiones reflejan una desconexión con la realidad de millones de trabajadores que ven en la cesantía un salvavidas frente a un sistema laboral donde la informalidad afecta al 55.3 % de la población.

Para Iván García, representante de los comerciantes,  los jóvenes trabajadores buscan su liquidación como un medio para alcanzar metas personales inmediatas, como adquirir vehículos. Esta afirmación parece simplista y despectiva hacia una generación que también enfrenta retos económicos y laborales únicos.

Por su parte, el presidente del Conep, Celso Juan Marranzini, insiste en que no se busca eliminar la cesantía, sino “estudiar diferentes aspectos” para encontrar un equilibrio.

Sin embargo, sus declaraciones dejan entrever una narrativa que privilegia los intereses empresariales sobre los derechos de los trabajadores.

Es innegable que el Código Laboral dominicano requiere ajustes para adaptarse a los tiempos modernos,  pero esto no significa sacrificar los derechos de los trabajadores en el altar del beneficio empresarial.

La cesantía no es un lujo sino   un derecho ganado con sudor y lágrimas, por lo que eliminarla sería retroceder décadas en términos de justicia laboral, dejando a los empleados a merced de la volatilidad del mercado.

En un país donde las desigualdades económicas son una constante, preservar la cesantía es una cuestión de justicia y  dignidad para la clase trabajadora.

El debate sobre la cesantía es un campo minado donde chocan intereses y derechos, pero, al final del día, cualquier reforma que atente contra los pilares de la justicia laboral será recordada como una herida profunda en el tejido social de la República Dominicana.

Porque, como reza un dicho popular, “quien siembra vientos, cosecha tempestades”.




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