Las renuncias en cadena del gobierno es la crónica de un naufragio político anunciado

CODIGO 32

Por Rey Arturo Taveras 

El panorama político dominicano se tiñe de incertidumbre y rumores, como un río que arrastra turbulencias invisibles bajo la superficie de sus aguas.

Las recientes renuncias de figuras claves del gobierno de Luís Abinader, entre ellas la del ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, Pavel Isa Contreras, y la viceministra Dilia Leticia Jorge Mera, son las señales inequívocas de un sismo político, al que le podrían suceder múltiples réplicas.

La salida de Isa Contreras, anunciada para enero del 2025, cae como una piedra en un estanque ya agitado por una marea turbulenta que parece invisible a distancia, pero que podría hacer naufragar al gobierno del PRM.

Tras más de dos años al frente de un ministerio esencial, la dimisión de Isa Contreras evidencia las grietas internas del gabinete palaciego, al tiempo que enciende las alarmas sobre la estabilidad del liderazgo de Abinader.

Otras renuncias son las del viceministro Jefrey Lizardo Ortiz y la de Leticia Jorge Mera, las que evidencian  un drama que combina decisiones personales y el desencanto colectivo que se escucha en los corrillos de las estructuras del PRM como un aire ardiente que sopla en una fría  navidad.

Jorge Mera, envuelta en el legado de una familia marcada por la tragedia y la política, ha optado por regresar al ejercicio privado. Su salida sugiere que, incluso para los más leales, el desgaste político es inevitable.

Mientras tanto, analistas advierten que enero del 2025 podría traer más renuncias, configurando un éxodo político que dejaría al gobierno en una fragilidad alarmante.

El sentido figurado de las renuncias permiten vislumbrar la magnitud de un fenómeno qué está sucediendo detrás de las puertas cerradas del Palacio Nacional, lo que hace  parecer que el  gobierno anda como un barco sin brújula, sacudido por olas de contradicciones internas y luchas de poder que amenazan con hundirlo.

Las especulaciones mediáticas apuntan a un capitán -el presidente- cuya decisión de no buscar la reelección ha dejado a la tripulación en un limbo político, mientras la soledad del poder, como un eco que resuena en los pasillos vacíos de la casa de gobierno, se cierne como sombra de terror  sobre Abinader.

En tanto que el fuego cruzado dentro del Partido Revolucionario Moderno (PRM) añade más pólvora a esta situación ante las pugnas entre los seguidores del expresidente Hipólito Mejía y los de Abinader que están como serpientes que se muerden las colas, alimentando un ciclo de desconfianza y divisiones internas, en la organización política y en el gobierno.

En este escenario, el presidente enfrenta la prueba más difícil de su mandato: evitar que su legado sea recordado como una administración marcada por el desorden, así como por el desmembramiento del gobierno, su  aislamiento político y la división del partido.

El anuncio prematuro de Abinader  de  no aspirar nuevamente a la presidencia fue una jugada que, lejos de fortalecer su liderazgo, lo dejó vulnerable ante quienes ya buscan al próximo líder.

El gobierno de Abinader, atrapado entre la lealtad quebradiza y las ambiciones desbordadas, es una metáfora de frágil equilibrio entre el poder y la estabilidad, donde solo el tiempo dirá si este capítulo de la historia política dominicana  será recordado como una tormenta pasajera o como el principio de un naufragio anunciado.


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