Las renuncias en cadena del gobierno es la crónica de un naufragio político anunciado
Por Rey Arturo Taveras
El panorama político dominicano
se tiñe de incertidumbre y rumores, como un río que arrastra turbulencias
invisibles bajo la superficie de sus aguas.
Las recientes renuncias de
figuras claves del gobierno de Luís Abinader, entre ellas la del ministro de
Economía, Planificación y Desarrollo, Pavel Isa Contreras, y la viceministra
Dilia Leticia Jorge Mera, son las señales inequívocas de un sismo político, al que le podrían suceder múltiples réplicas.
La salida de Isa Contreras,
anunciada para enero del 2025, cae como una piedra en un estanque ya agitado por
una marea turbulenta que parece invisible a distancia, pero que podría hacer
naufragar al gobierno del PRM.
Tras más de dos años al frente de
un ministerio esencial, la dimisión de Isa Contreras evidencia las grietas
internas del gabinete palaciego, al tiempo que enciende las alarmas sobre la
estabilidad del liderazgo de Abinader.
Otras renuncias son las del
viceministro Jefrey Lizardo Ortiz y la de Leticia Jorge Mera, las que evidencian un drama que combina decisiones personales y
el desencanto colectivo que se escucha en los corrillos de las estructuras del
PRM como un aire ardiente que sopla en una fría
navidad.
Jorge Mera, envuelta en el legado
de una familia marcada por la tragedia y la política, ha optado por regresar al
ejercicio privado. Su salida sugiere que, incluso para los más leales, el
desgaste político es inevitable.
Mientras tanto, analistas advierten que enero del 2025 podría traer más renuncias, configurando un éxodo político que dejaría al gobierno en una fragilidad alarmante.
El sentido figurado de las
renuncias permiten vislumbrar la magnitud de un fenómeno qué está sucediendo
detrás de las puertas cerradas del Palacio Nacional, lo que hace parecer que el gobierno anda como un barco sin brújula,
sacudido por olas de contradicciones internas y luchas de poder que amenazan
con hundirlo.
Las especulaciones mediáticas
apuntan a un capitán -el presidente- cuya decisión de no buscar la reelección
ha dejado a la tripulación en un limbo político, mientras la soledad del
poder, como un eco que resuena en los pasillos vacíos de la casa de gobierno,
se cierne como sombra de terror sobre Abinader.
En tanto que el fuego cruzado
dentro del Partido Revolucionario Moderno (PRM) añade más pólvora a esta
situación ante las pugnas entre los seguidores del expresidente Hipólito Mejía
y los de Abinader que están como serpientes que se muerden las colas,
alimentando un ciclo de desconfianza y divisiones internas, en la organización
política y en el gobierno.
En este escenario, el presidente
enfrenta la prueba más difícil de su mandato: evitar que su legado sea
recordado como una administración marcada por el desorden, así como por el
desmembramiento del gobierno, su
aislamiento político y la división del partido.
El anuncio prematuro de
Abinader de no aspirar nuevamente a la presidencia fue
una jugada que, lejos de fortalecer su liderazgo, lo dejó vulnerable ante
quienes ya buscan al próximo líder.
El gobierno de Abinader, atrapado
entre la lealtad quebradiza y las ambiciones desbordadas, es una metáfora de
frágil equilibrio entre el poder y la estabilidad, donde solo el tiempo dirá si
este capítulo de la historia política dominicana será recordado como una tormenta pasajera o
como el principio de un naufragio anunciado.
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