En R.D la navidad brilla, pero la sombra de la delincuencia acecha
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Con el arribo de la Navidad, la economía dominicana se viste de fiesta: remesas, doble sueldo, regalía pascual, bonificaciones, bonos del Estado... es el tiempo del derroche, del consumo que inunda las tiendas y llena de alegría los barrios y viviendas, llenando los corazones de esperanza.
Las calles se visten de colores y las luces brillan en la noche, los hogares se colman de promesas, y el aire se carga de ilusión. Pero junto a esta abundancia también se desliza una sombra oscura, sigilosa, como un espectro al acecho: la delincuencia.
Los ladrones, en esta temporada de luces y regalos, se comportan como sanguijuelas en tiempos de guerra, aprovechando cada oportunidad para alimentarse de lo que los demás, con sudor y esfuerzo, han cosechado durante todo el año.
Mientras las familias celebran y se preparan para compartir, ellos salen a las calles como lobos al acecho, buscando su botín, sin importar si el escenario es una tienda, una vivienda o una fiesta en pleno apogeo. Así, la Navidad, que debería ser un momento de alegría y fraternidad, se convierte en terreno fértil para las fechorías.
En la República Dominicana, la delincuencia no sabe de festividades. Como un veneno que se escurre en la oscuridad, el panorama no parece mejorar con el paso de los días.
La Dirección Nacional de la Policía, como cada año, refuerza la presencia de agentes en las principales arterias comerciales y residenciales del país. Sin embargo, los asaltos se multiplican en las sombras, como si la seguridad no fuera más que un espejismo.
La avaricia de los forajidos, ansiosos por recibir el dinero fácil, no tiene límites. En su afán de conseguir lo que no han trabajado, cometen todo tipo de fechorías, sin importarles el derramamiento de sangre inocente.
Los asaltos, que en muchos casos terminan en tragedia, se consuman con disparos a quemarropa, dejando a las víctimas sin posibilidad de defensa. Los delincuentes actúan en grupos, irrumpiendo en negocios a plena luz del día. Tal fue el caso de un asalto en San Francisco de Macorís, donde, en la primera semana de noviembre, un grupo de malhechores penetró a una oficina y sustrajo un millón de pesos con rapidez y violencia, mientras la seguridad del lugar poco pudo hacer.
Una constante en todos estos asaltos es el uso de armas de fuego. Son peligrosos artefactos que se convierten en el rostro de la violencia y convierten las calles en un campo de batalla.
Octubre, antesala de la navidad, se despidió con 19 asaltos registrados, según fuentes oficiales, principalmente en las zonas de la capital dominicana, pero también en otros puntos del país.
La preocupación crece entre los distintos sectores sociales, que instan al gobierno y a las fuerzas de seguridad del Estado a tomar medidas más drásticas para frenar la creciente ola de delincuencia.
En este sentido, más de 20 federaciones del país han solicitado la creación de regulaciones más estrictas. Proponen la prohibición de que dos o más personas se movilizan en motocicletas durante la noche y madrugada, así como la exigencia de medidas para impedir que los delincuentes oculten sus rostros y manos, dificultando su identificación.
A pesar de que la Policía Nacional informa que este año hay una disminución en los asaltos en comparación con 2023 y 2022, el miedo sigue acechando a los ciudadanos.
La Navidad, tan prometedora en su brillo, se ha visto empañada por la sombra creciente de la violencia. Las luces de diciembre, que deberían simbolizar esperanza y renovación, se convierten, para muchos, en un recordatorio constante del temor a ser víctimas de un crimen.
Así, mientras las familias se alistan para celebrar, el país enfrenta el desafío de poner freno a esta ola de delincuencia que no entiende de fechas ni festividades. La delincuencia sigue siendo un dolor de cabeza para todos los gobiernos, que año tras año prometen seguridad y protección, pero nunca logran cumplir sus promesas.
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