El día de los muertos: lleno de nostalgia, mucha lluvia y pocas ventas.

CODIGO-32-SIPRED
Por Rey Arturo Taveras 

El día de los muertos en Santiago ha transcurrido bajo un cielo nublado, derramando lluvias, las que se combinaban con los ecos de rezos y una  mezcla del aroma de incienso que navega en el aire y el humo de velas encendidas. 

Ese fue el panorama común que se vivió el Día de los fieles difuntos en los cementerios de Santiago, donde este año el silencio fue más protagonista que nunca. 

Los camposantos de la Calle 30 de Marzo y el Ingenio, acostumbrados a recibir cientos de visitas en estos días sagrados, vieron sus pasillos más vacíos, como si las sombras de los ausentes resonaran en los espacios desiertos.

"Es como si las almas esperaran en vano," comenta don Antonio, un veterano vendedor de flores, con sus manos marchitas como las rosas que se marchan con el paso del día. 

Él, como muchos otros vendedores de velas y flores, experimentó en carne propia la caída de las ventas. "La gente se va olvidando, los recuerdos ya no se sostienen en las velas encendidas, sino en las pantallas brillantes de la diversión," agrega, dejando caer un suspiro.

La jornada estuvo matizada de contrastes: unos pocos oraban, otros lloraban y algunos permanecían en silencio, como si el dolor o la fe hubieran perdido la voz. 

La marea del modernismo y las atracciones de la ciudad, comentan varios asistentes, parece ahogar la devoción y sustituirla por un olvido de luces y ruidos. 

Sin embargo, la tradición aún resiste en los corazones de aquellos que, como doña Feliciana, no se rinden al paso del tiempo.
Ella, envuelta en un vestido negro, camina hacia la tumba de su madre. 

Al dejar caer las flores sobre la lápida, su llanto inunda el lugar, un océano de recuerdos y lamentos que se niega a secarse. "Aquí está ella, y mientras yo viva, no estará sola," dice, con voz entrecortada, al visitar el cementerio del Ingenio, donde la nostalgia y la devoción aún encuentran refugio en el eco de las almas que no se rinden al olvido.

Así, en Santiago, el Día de Muertos fue una sinfonía de sentimientos encontrados, de aquellos que se niegan a olvidar y de quienes, tal vez sin saberlo, han dejado que el modernismo apague la llama que enciende el recuerdo de los ausentes, bajo lápidas frías que se convierten en la última morada de quienes parten del mundo terrenal.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Muere en confuso incidente el técnico de bocinas Eddy Ureña, en Amaceyes

Rinden homenaje al piloto Félix Domingo Reinoso

El Vuelo de Jesús María, en pencas de Coco