Gritos contra estafas comerciales millonarias
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En el vasto océano del comercio, donde cada día navegan miles de transacciones, algunos comerciantes se convierten en piratas que atacan la confianza del pueblo. El reciente informe del Instituto Nacional de Protección de los Derechos del Consumidor (Pro Consumidor) nos presenta una radiografía inquietante: más de RD$2 mil millones han sido recuperados por esta entidad en favor de consumidores que, despojados de sus derechos, han caído en las garras de estafas disfrazadas de ofertas atractivas.
Las cifras son contundentes, casi escalofriantes: 22,685 reclamaciones y 3,815 denuncias que se traducen en un clamor colectivo por justicia y transparencia.
Las sombras del sector inmobiliario, los electrodomésticos de dudosa calidad y las tentadoras ofertas turísticas se convierten en trampas que atrapan a quienes buscan solo lo mejor para sus familias. Es un juego peligroso, donde el consumidor se encuentra a menudo en una lucha desigual, con el corazón lleno de esperanzas y la billetera vacía.
El director de Pro Consumidor, Eddy Alcántara, ha sido un faro en esta tormenta, guiando a los ciudadanos a través de un laberinto de engaños y promesas rotas. Durante el 16 aniversario de la institución, Alcántara desnudó la realidad: “19 mil casos fueron conciliados”, una cifra que, aunque impresionante, debería sonarnos como una alarma. ¿Hasta cuándo permitiremos que los comerciantes jueguen con nuestras ilusiones?
Las estafas, como sombras en la noche, afectan a quienes caen en ellas y erosionan la confianza de toda una sociedad. Es el reflejo de un sistema que, a pesar de contar con instituciones que defienden los derechos del consumidor, aún tiene un largo camino por recorrer.
La transparencia y la educación son las antorchas que deben iluminarnos en este sendero incierto.
Mientras tanto, Pro Consumidor sigue vigilante, inspeccionando casi 40,000 establecimientos, como centinelas en una batalla que parece interminable. Sin embargo, la responsabilidad no recae únicamente en ellos; los consumidores deben armarse de conocimiento y discernimiento, convirtiéndonos en defensores de nuestros propios derechos.
Así, con cada reclamación, con cada denuncia, se debe enviar un mensaje claro: el pueblo no debe ser un mar de víctimas atrapadas con ansuelos, sino una comunidad que se alza en defensa de sus derechos.
Que se escuche el grito contra las estafas comerciales, disfrazadas con gtrajes de benecficios, que resuene como un eco de asdvertencia en los oídos de quienes buscan engañar. La estafa es una sombra que debe ser desmantelada, y en esa lucha, la unión del pueblo es el mayor poder.
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