¿Qué significa entrar en estado de flujo?

CODIGO32-SIPRED
Por Johan Rosario 
Hay personas cuya vida parece bordada por el hilo invisible del éxito. Logran metas, cumplen propósitos, y todo cuanto tocan —libros, negocios, ideas— resplandece como si una estrella interior los guiara.

¿Las has visto?

Crean obras que impactan, proyectos que florecen, palabras que retumban como tambores en el alma.

Todo les sale bien. Todo luce bello, armónico, casi mágico.

Y no porque sea fácil —aunque así parezca—, sino porque han entrado en estado de flujo.

Estar en flujo es una danza perfecta entre la mente, el cuerpo y el alma. Es ese momento donde el tiempo se desvanece y la acción fluye con naturalidad, como si el universo mismo trabajara contigo.

A Luis Miguel, por ejemplo, se le hace tan natural desplegar ese vozarrón glorioso y llenar estadios en cualquier rincón del mundo.

A Messi, jugar como un dios del fútbol le resulta tan sencillo, que parece no esforzarse en absoluto.
Trump, más allá de gustos o ideologías, expresa ideas con agilidad y dominio, con una energía que abruma.
Y empresarios —como mi admirado Radhamés Rodríguez— transforman sectores enteros, como la industria del tabaco, con manos que parecen tocadas por algo especial: humildes, generosas, certeras.
Radhamés no necesita alardes; su estilo habla por sí solo: sobrio, elegante en su simplicidad, profundamente humano. Su éxito no es solo empresarial, es también espiritual: ha sembrado desarrollo, empleo y dignidad en Tamboril y más allá.

Yo mismo, con humildad, reconozco que ese estado existe. Lo vivo. Escribo narrativa, poesía y ensayo mientras lidero nuestra empresa multinacional, diseño nuevos modelos de negocios, estudio una carrera presencial y otra virtual, leo novelas, y atiendo mis responsabilidades familiares y sociales.

No es solo disciplina —que lo es—. Es estar en flujo.

Pero este estado no está reservado para unos pocos.

Tú también puedes alcanzarlo.

Estoy viendo una nueva generación que ha comenzado a surfear esta hermosa ola: jóvenes con energía positiva, con visión, con pasión. Y eso me llena de esperanza.

Entre ellos, quiero destacar a Stanly Romero, cuya estrella se despierta con fuerza arrolladora en el firmamento del éxito. Lo veo avanzar con gracia, inteligencia y nobleza en terrenos donde muchos tropiezan. Su crecimiento es inspiración pura.
Que surjan más jóvenes como Stanly:
emprendedores, comprometidos, ejemplares,
que eleven nuestra economía,
que generen empleo con ética,
que pongan en alto el nombre de Tamboril,
y que muestren al mundo que también hay buenas noticias.
No todos los jóvenes se pierden en vicios, violencia o caminos oscuros. Muchos están levantándose como líderes, sembrando luz donde antes hubo sombra. Y es a ellos a quienes debemos mirar, reconocer y acompañar.

Porque en Tamboril todavía se puede.
Y en la República Dominicana aún se sueña con grandeza.
Solo hace falta entrar en estado de flujo, hacer las cosas con amor, entrega y fe,
y el resto… lo hace la magia del propósito.

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