Tácito González revela la historia oculta tras los nombres de las calles de Tamboril
Tamboril,
tierra de cigarros y memoria viva, volvió a respirar su historia, ayer jueves 1 de mayo, cuando el encargado de Cultura del
ayuntamiento de este municipio, Tácito González, desempolvó el tiempo para dar
a conocer a los alumnos de la escuela primaria Fredesvinda Halls los nombres de
las calles locales.
Ante un
auditorio de niños y adolescentes de ojos inquietos y mentes en formación,
González desató el hilo invisible que une cada calle con un rostro de una persona
destacada y cada esquina con un recuerdo, cada nombre con un pedazo de patria.
-“Una calle
no es sólo asfalto. -dijo con voz pausada y como quien desentierra una verdad
antigua el responsable de dar a conocer la cultura de Tamboril. –Las calles son
monumentos horizontales que recorren la historia de cada pueblo”. -siguió diciendo González.
Como en una
procesión cívica que recoge la historia, fue nombrando a los próceres ocultos
tras las placas de metal que cuelgan en las esquinas de las calles del
municipio.
Nombró la
calle 30 de Mayo, como un eco eterno de la conjura que rompió la garra de la
dictadura, la calle Primera del barrio Manolo Dajer, donde el viento aún lleva
murmullos de resistencia.
La calle Luis
Alberto Polanco, dijo, honra a un piloto que surcó los cielos y cayó en tierras
extranjeras, como un Ícaro caribeño que se despidió en un accidente aéreo en
Estados Unidos. Agregó que esa es la calle principal del barrio Felipe Durán, la que se alza como una arteria que recuerda a un hijo de Tamboril, cuyo padre era el
nombrado ‘’Genito’’ el sastre, quien tenía su taller de costura en la avenida
presidente Vásquez.
Tácito
siguió invocando el pasado con cada palabra y mencionó la Francisco Hernández (don Minón), síndico de
Tamboril en 1953, cuya figura cruza memorias donde aún camina la leyenda.
“La Mella”, contó
con picardía, “es la de ‘Sal Si Puedes’”, y la de las Hermanas Mirabal
serpentea por el Hoyo de los Perros, como si cada paso por ella exigiera
justicia y recordara el vuelo trágico de las mariposas.
La calle Enrique
Hernández, un declamador que, con voz de trueno y verbo de flor, fue considerado
el mejor del Cibao. Era hermano de Víctor Hernández Espaillat
También citó la Daniel Ariza, la Juan Collado, Antonio Duvergé, ubicada por el Club Casino Primavera... “Y por ahí, María se va”, dijo el tono jocoso el cronista con una sonrisa, sabiendo que algunas historias no caben en las palabras.
El homenaje
también alcanzó la calle Real, la Estrella Sadhallá (en honor a Salvador Estrella Sadhallá,
héroe del 30 de mayo), la avenida Presidente Vásquez, en tributo al presidente
Horacio Vásquez, y la Persio Capellán, que recuerda a un mártir anti
trujillista que murió entre los muros del silencio, perseguido por soñar en voz
alta.
Nombró
también a Antonio Monsanto, preso por rebelarse contra la tiranía, aunque fue
liberado al considerarse que su valentía brotaba, a veces, entre tragos de amargura
y ron ardiente como el fuego.
No olvidó a Juan María Capellán, comerciante de alma noble, ni a Miguel Rodríguez, al final de la Sergio A. Hernández, este último asesinado por la dictadura, cuyo nombre es llama viva en la última calle antes del olvido.
También están las calles que honran la patria y a los patricios: La Duarte, Sánchez y Mella, la 27 de Febrero y la avenida Juan José Dominguez, la cual honra al fenecido alcalde del periodo 1998-2002, el cual murió con apenas meses de asumir la alcaldía.
Otras calles la Federico Velázquez, quién era periodista, escritor y vicepresidente de la República, la Peña en honor a Geronimo de Peña y la de los Rieles.
Entre
anécdotas, nombres y gestos, Tácito González creó un cordón de identidad y
memoria, porque en Tamboril cada calle tiene alma y cada niño que las camina
merece saber que pisa sobre la historia.
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