R.D necesita un liderazgo fuerte ante crisis migratori
Por Rey Arturo Taveras
La República Dominicana atraviesa una de las peores crisis
migratorias de su historia reciente, una coyuntura compleja y politizada que
amerita de las manos mágicas de un líder que actúe como superhéroe.
En medio de un escenario convulso, politizado, manipulado y
con grupos enfrentados, pareciera que ya
no bastan las repatriaciones masivas de ciudadanos del vecino país de Haití ni
el discurso de reclamo de intervención
internacional para solucionar la crisis de ese país.
La solución del problema migratorio dominicano requiere de una figura que, como un faro en
la tormenta, logre guiar a la nación con temple, visión y coraje, que haga
cumplir las leyes migratorias y doblegue las mafias que sostienen el tráfico
ilegal de haitianos.
Mientras la comunidad internacional observa desde lejos a Haití,
como quien contempla una casa arder sin moverse de su sitio, las consecuencias
inmediatas recaen, casi exclusivamente, sobre suelo dominicano.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en teoría
guardián del orden mundial, ha evidenciado su incapacidad de actuar con la premura
que el momento demanda.
Así, mientras las potencias se reparten excusas como monedas
devaluadas, la República Dominicana enfrenta sola el impacto de una migración
creciente y desbordada.
Las protestas de abril de 2025, culminadas en una masiva
manifestación frente al Palacio Nacional, fueron el eco de un sentimiento que
crece como enredadera en la conciencia colectiva.
Son gritos que deben ser escuchados, pues advierten que la
tensión social se acumula como nubes antes de la tormenta.
República Dominicana requiere un liderazgo que vaya más allá
de la administración ordinaria de los asuntos públicos, capaz de comprender que
la seguridad nacional, la convivencia social y la dignidad humana están todas
entrelazadas en esta crisis.
En tiempos en que los vientos soplan con furia y el mar
amenaza con devorarlo todo, no basta un timonel: hace falta un arquitecto del
futuro, alguien que no solo contenga la marea, sino que trace nuevos horizontes.
El país, de pie ante el umbral de la historia, debe decidir
si será fortaleza o simple espectador de su propio destino.
Mientras Haití se desmorona como un castillo de arena ante la
indiferencia del mundo, sus vecinos inevitables, reciben la marea migratoria más desesperante de la historia de un Estado,
mientras la ONU bosteza y las potencias mundiales se cruzan de brazos, como centinelas
de una tragedia ajena.
En la actualidad, más que
un líder que administre,
República Dominicana necesita un
héroe que inspire con decisiones concretas, un Quijote que, sin perder la
razón, sepa cabalgar entre los monstruos de la geopolítica y las urgencias
nacionales.
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