R.D necesita un liderazgo fuerte ante crisis migratori

CODIGO-32-SIPRED

Por Rey Arturo Taveras

La República Dominicana atraviesa una de las peores crisis migratorias de su historia reciente, una coyuntura compleja y politizada que amerita de las manos mágicas de un líder que actúe como superhéroe.

En medio de un escenario convulso, politizado, manipulado y con grupos enfrentados,  pareciera que ya no bastan las repatriaciones masivas de ciudadanos del vecino país de Haití ni el discurso de reclamo de intervención  internacional para solucionar la crisis de ese país.

La solución del problema migratorio dominicano  requiere de una figura que, como un faro en la tormenta, logre guiar a la nación con temple, visión y coraje, que haga cumplir las leyes migratorias y doblegue las mafias que sostienen el tráfico ilegal de haitianos.

Mientras la comunidad internacional observa desde lejos a Haití, como quien contempla una casa arder sin moverse de su sitio, las consecuencias inmediatas recaen, casi exclusivamente, sobre suelo dominicano.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en teoría guardián del orden mundial, ha evidenciado su incapacidad de actuar con la premura que el momento demanda.

Así, mientras las potencias se reparten excusas como monedas devaluadas, la República Dominicana enfrenta sola el impacto de una migración creciente y desbordada.

Las protestas de abril de 2025, culminadas en una masiva manifestación frente al Palacio Nacional, fueron el eco de un sentimiento que crece como enredadera en la conciencia colectiva.

Son gritos que deben ser escuchados, pues advierten que la tensión social se acumula como nubes antes de la tormenta.

República Dominicana requiere un liderazgo que vaya más allá de la administración ordinaria de los asuntos públicos, capaz de comprender que la seguridad nacional, la convivencia social y la dignidad humana están todas entrelazadas en esta crisis.

En tiempos en que los vientos soplan con furia y el mar amenaza con devorarlo todo, no basta un timonel: hace falta un arquitecto del futuro, alguien que no solo contenga la marea, sino que trace nuevos horizontes.

El país, de pie ante el umbral de la historia, debe decidir si será fortaleza o simple espectador de su propio destino.

Mientras Haití se desmorona como un castillo de arena ante la indiferencia del mundo, sus vecinos inevitables,  reciben la marea  migratoria más  desesperante de la historia de un Estado, mientras la ONU bosteza y las potencias mundiales se cruzan de brazos, como centinelas de una tragedia ajena.

En la actualidad, más que  un líder que administre,  República Dominicana  necesita un héroe que inspire con decisiones concretas, un Quijote que, sin perder la razón, sepa cabalgar entre los monstruos de la geopolítica y las urgencias nacionales.



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