El comandante Armando, un héroe de Tamboril en las guerras de abril

CODIGO-32-SIPRED
Por Rey Arturo Taveras 

Hablar del comandante Armando en la guerrilla de Manolo Tavárez Justo, en Las Manaclas (1963), y en la guerra de la Trinchera del Honor (1965), es hablar de Anastacio Jiménez Martínez (Tatán), el muchacho de Tamboril. Hablar de su vida es abrir un cofre de historias donde duermen la pólvora, la poesía, el trabajo, la valentía y la patria.

Nacido el 9 de marzo de 1941 en la fértil tierra de Tamboril, pueblo de cigarros, música, poemas, teatro y rebeldía, Anastacio vino al mundo como quien trae en la frente el mapa de una causa justa y en el pecho el tambor de una revolución patriótica, ardiente en fervor y coraje.

Hijo de Ezequiel Tomás Jiménez (Keko) y de María Otilia Martínez, creció entre la miel del tabaco, el humo del cigarro, el bullicio de las fábricas de embutidos, confites y chocolate, y el murmullo esperanzado de los sueños juveniles.

Viviendo la flor de la vida, Tatán salió a buscar su destino, fusil en mano, pero el destino de la patria lo encontró a él: henchido de conciencia patriótica y con el alma templada para la batalla.

En diciembre de 1963, cuando la dignidad nacional fue herida por el zarpazo del golpe que destituyó a Juan Bosch, primer presidente constitucional de la República tras la muerte de Trujillo, Anastacio Jiménez subió a las escarpadas montañas de la Cordillera Central, vistiendo el traje del comandante Armando, donde el aire se vuelve gélido pero la voluntad se hace espesa.

Allí, en Las Manaclas, junto a Manuel Aurelio Tavárez Justo, el inolvidable Manolo,  y otros catorce mártires, se escribió con sangre el primer grito de resistencia. La patria sangraba y ellos le ofrecieron su cuerpo como escudo y su vida como energía espiritual.

El hijo de María Otilia y Keko recuerda el sonido del viento en las montañas serranas, el silbido de las balas en la Trinchera del Honor y la mirada firme de Antonio Taveras  (Cachipo), Tomás Reyes y Ulises Matías, quienes lo acompañaron en las guerras de abril como miembros del Movimiento 14 de Junio.

Combatieron no por odio, sino por amor al pueblo, a la justicia, a una constitución que devolviera la paz y la dignidad al país, como quien devuelve un tesoro sagrado, robado a la patria.

Para el pueblo dominicano el sacrificio de Manolo no fue en vano, porque su sangre fue semilla que germinó dos años después, en abril de 1965, cuando la Revolución Constitucionalista encendió la llama del patriotismo en los barrios de la capital y luego en todo el país, incluyendo Tamboril.

El comandante Armando bajó de las montañas para tomar, junto a sus compañeros, las calles de la ciudad capital, donde se dispararon hasta los últimos cartuchos.

Cuando las balas cesaron, no había medallas, ni himnos, ni flores, ni reconocimientos, solo el polvo del camino, un autobús viejo y el baúl de un carro que los llevó de regreso a Tamboril, porque no había dinero para el pasaje.

Tatán no solo fue combatiente, también se hizo abogado, psicólogo, político, dramaturgo, actor, escritor, locutor y poeta. Fue un guerrero múltiple, que vestía el uniforme de la palabra con la misma gallardía que el de la batalla.

Se formó en los liceos UFE de Santiago y en el nocturno de su pueblo, la Pajiza Aldea de Tomás Hernández Franco, Villa de Los Samanes,  donde comenzó a forjar sus ideas revolucionarias en medio de las luchas estudiantiles.

En 1984 se convirtió en abogado y más adelante sumó a su temple de acero la ciencia de la mente humana. 

En la política fue vocero del PRD y candidato a la alcaldía de Tamboril. Pero su voz no solo retumbaba en mítines: también estremecía escenarios públicos y las tablas teatrales.

Participó en el Teatro Popular Cantón (TEPOCAN), escribió guiones, dirigió y actuó en obras teatrales que eran gritos disfrazados de diálogos. 

Escribió y escenificó ''El Doctor Tres Catres'', actuó en ''La Pasión de Cristo'' y ''Diles que no me maten'', una adaptación suya del relato inmortal de Juan Rulfo.

En su fructífera vida mezcló arte y lucha, ética y resistencia, derecho y política, oratoria y psicología, pero fue en la montaña donde su nombre quedó tatuado con balas y coraje en la piel de la historia.

Seis  décadas después, Jiménez sostiene que aquella madrugada del 21 de diciembre de 1963, cuando Manolo cayó junto a sus compañeros, el alma de la patria se cubrió de luto, pero también de fuego, porque no hay muerte más fértil que la del que entrega la vida por la libertad.

“Fue Manolo-dice Tatan desde su exilio en New Jersey- quien le entregó a la patria sus hijos, su esposa Minerva, su vida entera. Fue el primero que gritó que la Constitución no se deroga con bayonetas, cañones o tanques de guerra.”

Ese grito, como un eco que no se apaga, sigue vibrando en las entrañas del pueblo, porque hombres como Manolo Tavarez, Anastacio Jiménez, Antonio Taveras, Tomás Reyes y Ulises Matías, entre otros hijos de la patria, son la estirpe que prefiere morir de pie antes que vivir de rodillas.


Comentarios

  1. Felicito a quien escribio tan excelente comentario..

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    1. GRACIAS. SOY EL PERIODISTA REY ARTURO TAVERAS DEL MUNICIPIO DE TAMBORIL

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  2. Excelente biografia de nuestro querido Tatan y muy buena narrativa de lo sucedido en aquella epoca que nuestro patriotas lucharon y entregaron todo por su patria

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