El tráfico de armas pone en peligro la paz y la soberanía nacional

CODIGO 32

Por Rey Arturo Taveras

Por Rey Arturo Taveras

Como sombras que comercializan con la muerte, algunos dominicanos han decidido apandillarse y quebrantar por dinero la paz ciudadana,  entregando en bandeja de plata la seguridad del país.

El reciente desmantelamiento de una red de tráfico de armas en Baní expone una realidad alarmante que afecta a la población nacional: la codicia de unos pocos pone en jaque la soberanía de toda una nación.

La traición a la patria no siempre se viste de discursos políticos o de pactos insurgentes  secretos, también se oculta en un cargamento de fusiles y otras armas bélicas, traficadas en contenedores  que cruzan el mar con destino a manos criminales con objetivos mercuriales que luego se transforman en ataques sangrientos.

 La incautación de 11 pistolas, seis fusiles, cargadores, municiones y otros elementos de guerra, los que se suman cargamentos desmantelados en operativos anteriores, es apenas la punta del iceberg de un entramado mucho más profundo y peligroso.

En este ajedrez macabro, los peones como Wellington Santos y Yerson Figuereo han caído, pero las verdaderas torres y alfiles de este juego de sangre y dinero siguen ocultos bajo las sombras del poder, moviendo las piezas con frialdad.

Mientras tanto, las balas de estas armas viajan con un destino claro: alimentar el caos, fortalecer bandas criminales  en la República Dominicana y en Haití, para luego  sembrar el terror en las calles que alguna vez fueron refugio de tranquilidad.

La complicidad del tráfico de armas con el crimen organizado es un veneno que corroe los cimientos de nuestra sociedad. El narcotráfico, sicariato, extorsión y la trata de personas encuentran en estas armas su combustible letal.

Cada cargador de fusil o pistolas incautado es una esperanza de que menos inocentes serán alcanzados por una bala perdida, que menos jóvenes serán arrastrados por la corriente de la violencia y  que menos familias tendrán que llorar a sus hijos muertos.

Más que un problema de seguridad, el tráfico ilegal de armas  es una afrenta directa a nuestra soberanía, por lo que la nación dominicana, con su historia de lucha y resistencia, no puede permitir que el brillo del oro ciegue a aquellos que se olvidan de su juramento de lealtad a la patria.

Es momento de que las autoridades, el pueblo y la comunidad internacional aúnen esfuerzos para enfrentar el narcotráfico y tráfico de armas y así  erradicar la plaga que amenaza con devorar lo que con tanto esfuerzo hemos construido.

El suelo que nos vio nacer no debe ser moneda de cambio para los mercaderes de la muerte.

Es hora de despertar, poner fin a las chácharas politiqueras  de las autoridades  y defender la soberanía, porque la seguridad de un país no se vende, se protege con determinación y valentía.

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