CORAASAN: Una institución que estafa al pueblo y enriquece a los políticos
Por Rey Arturo Taveras
TAMBORIL.- La Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santiago (CORAASAN) es un gigante de hierro que, en lugar de repartir agua, reparte deficiencia, indiferencia y desdén hacia los miles de ciudadanos que dependen de su servicio.
En el municipio de Tamboril, el servicio de agua
potable es tan insuficiente que constituye una burla, una promesa rota de las autoridades
de CORAASAN de ofrecer eficiencia, pero ocurre que se sirve a cuenta gotas una vez a la
semana.
Cientos de
familias, como las de Canca la Piedra y Tamboril, se ven sumidas en la penuria,
mientras las autoridades miran al horizonte sin mover un dedo para resolver una
situación que, de tan crónica, ya se ha convertido en una cicatriz en la piel
de estos pueblos.
Es como si el agua, ese recurso vital propiedad del
pueblo, fuera un lujo solo al alcance de unos pocos, mientras el resto de los
habitantes se ven forzados a llenar cubetas, garrafones, cualquier recipiente
que tengan a mano, en una carrera frenética para llenar de esperanza los vacíos
de sus hogares.
Mientras eso ocurre los políticos se llenan los
bolsillos con el agua convertida en billetes que ellos acumulan mientras el
pueblo muere de sed, si no consigue con que comprar a camioneros que se suplen
de la misma institución responsable de distribuir el vital líquido a la población.
Pero ni la esperanza ni el agua llegan de manera
justa o constante como ha prometido el gobierno del cambio, mientras el presidente
de la República enarbola el combate a la corrupción cuando empresas como
CORAASAN estafan al pueblo.
La realidad
es que, en lugares como Tamboril, la gente se ve obligada a enfrentar un
sistema apático y obsoleto.
En la oficina comercial local, el personal parece
vivir en una burbuja de desconexión total que ignora los gritos de los
ciudadanos que claman por soluciones, por atención, por respeto.
Lo que más sorprende es que esta apatía no es solo
producto de la desidia de unos cuantos, sino de un sistema enraizado en la
ineficiencia, que ni siquiera sabe hacia dónde va, ni qué esperar del futuro.
Los funcionarios de CORAASAN parecen haber olvidado
que su función es la de servir, no la de evadir.
Deberían recordar que su tarea es abastecer de agua
a las comunidades y hacerlo de manera
eficiente y con la dedicación que cada habitante merece, porque sus empleos se
debe al pueblo que es el soberano.
Pero lo que se observa es una continua evasión de responsabilidades,
una falta de respuestas a los problemas que día tras día surgen a raíz de la
precariedad del servicio.
Es que la atención al público se ha transformado en
una tragicomedia, donde los usuarios se sienten como actores secundarios en una
obra cuyo guion está escrito por la ineficiencia.
La situación es aún más grave cuando se nota a
leguas que, mientras la población sufre por la escasez de agua, los beneficios
que obtiene CORAASAN parecen ir a parar en bolsillos equivocados.
Las gestiones se diluyen en el aire, mientras los
intereses políticos crecen como plantas que se alimentan de la desesperación de
los ciudadanos.
Mientras esto ocurre, los más afectados siguen
siendo los más vulnerables, aquellos que no tienen a dónde recurrir, aquellos
que deben conformarse con una respuesta vacía cada vez que se acercan a la oficina
en busca de una solución.
En definitiva, CORAASAN no está cumpliendo con su
labor. No solo está fallando como proveedor de un servicio esencial, sino que,
con su negligencia, está empeorando la calidad de vida de miles de personas.
Esta es una institución que ahoga a los pueblos con
su escasez de agua, pero enriquece a
quienes manejan sus hilos, sin tener en cuenta el sufrimiento de aquellos a
quienes deberían servir.
Es necesario un cambio urgente, una reestructuración que permita que la voz del pueblo sea escuchada y que la gestión de los recursos hídricos se enfoque en las verdaderas necesidades de la gente.
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