Visitar Madrid y Barcelona es un vuelo astral a la cuna de la cultura
Madrid, España-.A las 10:30 de la mañana del martes 3 de enero de 2025, una comisión de Salud Dominicana Grupo Corporativo inició un viaje a Europa en un avión que, como pájaro metálico, cruzó los cielos y aterrizó suavemente en el Aeropuerto Internacional de Barajas, evocando un suspiro tras el sueño cumplido de llegar al viejo mundo.
Johan Rosario, Esteily de León y Arturo Taveras dejaron atrás un paraíso de mares turquesas y palmeras danzantes, pero también un entorno donde las contradicciones sociales son puñales de doble filo, las mafias susurran en las sombras y la inseguridad saluda en cada esquina.
Con España como su primer contacto europeo, los tres viajeros llegaron a un remanso de tranquilidad, cordialidad y garantías.
Madrid los recibió con el aire frío del invierno europeo y un sol pálido que permitió a la brisa helada acariciar sus cuerpos, como una madre nostálgica abraza a sus hijos.
Al pisar la ciudad, el suelo parecía desenrollarse como un pergamino bajo sus pies, revelando imágenes precisas de orden y limpieza.
Las amplias y bien trazadas avenidas fluyen como ríos de asfalto, libres de tropiezos, pedigüeños, ancianos olvidados por la sociedad, vendedores en las calles ni limpia vidrios.
Los semáforos inteligentes, sincronizados y obedientes guardianes de colores, marcan el ritmo de una sinfonía de orden y cortesía y educación vial.
Los peatones y conductores se mueven como notas bien afinadas en una partitura de urbanidad y educación, donde las calles son de todos y el respeto al libre tránsito es una norma inviolable.
Un taxi nos condujo al corazón de la ciudad, donde la modernidad y la historia se entrelazan en un tapiz de belleza.
Los rascacielos, como espejos que nacen en la tierra y besan el cielo, reflejan torres centenarias que susurran cuentos de reyes, conquistas y revoluciones.
Madrid es piedra y cemento, pero también un alma vibrante, un lienzo pintado con siglos de arte, cultura y pasión: El palacio de Los Reyes, las catedrales y otros templos católicos son ejemplos de la cultura milenaria del viejo mundo.
La amabilidad es allí una constante: una brisa fresca que despeja la malicia, la contaminación y la desconfianza, creando un clima de seguridad donde no hay enfrentamientos entre policías y delincuentes.
Las calles, vestidas de limpieza y orden, borran las cicatrices del descuido y el egoísmo que lastiman a los países en desarrollo.
La educación, más que un derecho, es una manera de ser, de convivir con los demás, con los animales y con el entorno.
Madrid, capital de España, es una ciudad donde la cortesía reina y la seguridad no se negocia con sobornos ni se teme por amenazas. Allí, cada quien respeta las reglas.
En este lugar de maravillas, el caos de Santo Domingo parece un cuento lejano, borrado por la sabiduría que trae el tiempo.
En las concurridas avenidas de Madrid no hay agentes de tránsito convertidos en pugilistas ni conductores enfrascados en duelos de ego, y mucho menos carteristas que desaparecen como por arte de magia tras robar las pertenencias a incautos transeúntes.
En las calles y avenidas no hay embotellamientos provocados por caprichos ni disputas a palos o machetes en las esquinas entre conductores que pelean por una imprudencia o por el derecho abrogado de quién debe pasar primero por una intercesión vial.
España es un poema de civismo, una danza ordenada donde todos conocen su papel social, aunque la corrupción política también sea un tema recurrente y de preocupación ciudadana ante la supuesta repartición del botín público en las cúspides administrativas del país.
La transculturación es evidente: calles llenas de dominicanos, envueltos en una mezcla racial, ofrecen una combinación vibrante de gastronomía criolla, merengue y bachata, con una alegría que brota por los poros.
Es conmovedor y nostálgico encontrar un rincón dominicano en pleno centro de Madrid: un pequeño restaurante donde el sabor del Caribe se funde con la calidez de su gente.
Soraida Paulino, licenciada en administración y reina de la alegría culinaria, es una embajadora del sazón criollo. Allí, entre mangú, sopa, mofongo y chicharrón, la patria de Duarte vive en cada bocado.
España muestra la grandeza de lo posible, mientras República Dominicana, con sus limitaciones, conserva en su gente una nobleza heredada de la madre patria.
Este viaje, un premio de Salud Dominicana Grupo Corporativo, comenzó en Madrid y continuó por Barcelona, Praga, con miras en Ámsterdam y París.
En cada paso, comparamos dos mundos entrelazados por la historia de la colonización, navegando con la esperanza de que las contradicciones encuentren, algún día, su puerto de paz.
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