''Pan y circo" para el pueblo, una distracción estratégica del gobierno
Por Rey Arturo Taveras
El brillo de los fuegos artificiales sobre el Monumento a
los Héroes de la Restauración, Santiago, iluminó algo más que el cielo de la ciudad corazón,
porque encendió las contradicciones de
una práctica política que, aunque milenaria, sigue siendo efectiva: el
"pan y circo" para el pueblo.
Este fin de año, miles
de dominicanos se congregaron en una fiesta que prometía alegría y unidad, pero
que también planteó preguntas inquietantes sobre prioridades gubernamentales y
el uso de recursos públicos, mientras se gastan una jugosa suma de dinero en
fiestas llevadas las 52 semana del año a todos los pueblos de las 32 provincias
del país.
Este fin de año el espectáculo fue especial y se desarrolló en la emblemática
área monumental de Santiago, donde la gente bailó al
ritmo de la música de Fefita La Grande, Kinito Méndez y Crazy Design, mientras
una distracción de luces pintaba el cielo de colores vibrantes.
La producción,
dirigida por el empresario Luis Medrano y respaldada por la Presidencia de
la República , fue majestuosa, rompiendo
récords de asistencia.
Sin embargo, tras la música y la alegría, persiste una
sombra de interrogantes: ¿cuánto le costó al pueblo esta divertida celebración? ¿Cuáles son las verdaderas
intenciones detrás de estas fiestas "gratuitas"?
Las palabras del poeta Juvenal resuenan en este contexto:
"Panem et circenses", una fórmula usada por los gobernantes romanos
para mantener a la población tranquila y distraída, la que parece que en la República Dominicana se
repite la historia, con fiestas que, aunque llenan corazones de alegría, también
vacían las arcas públicas.
El arte de la distracción, disfrazado de altruismo, es una
herramienta poderosa, porque, mientras el pueblo hambriento y oprimido canta y
baila, se desdibujan las demandas de mayor transparencia, como mejor educación
y un sistema de salud fortalecido.
El rugir de los tambores opaca los gritos de aquellos que
exigen justicia social, y el destello de los fuegos artificiales ciega a los
que buscan respuestas.
Las fiestas populares no son, en sí mismas, algo negativo.
Representan una expresión de identidad cultural, un espacio de conexión
comunitaria y un respiro en tiempos de dificultades. Pero cuando estas
celebraciones se convierten en un mecanismo para desviar la atención de los
problemas estructurales, la alegría se transforma en una trampa dorada.
¿Es posible disfrutar del "circo" sin olvidar las
carencias del "pan"? El pueblo dominicano merece ambas cosas:
celebraciones que enaltezcan su identidad y una gestión pública que priorice
sus verdaderas necesidades.
Quizá el verdadero espectáculo sea aquel donde la
transparencia brille más que los fuegos artificiales, y donde el pueblo sea el
protagonista, no solo un espectador.
Así, mientras las luces del "Música en el Corazón de
Santiago" se apagan, queda la reflexión: ¿cuándo dejaremos de conformarnos
con el "pan y circo" y comenzaremos a exigir un futuro sostenible y
equitativo? La respuesta, como la fiesta, está en manos del pueblo.
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