CODIGO 32
Por Elba Garcia
(Abogada y comunicadora)
Por Elba Garcia
(Abogada y comunicadora)
Miles de indigentes
viven en calles, avenidas, parques y debajo de túneles y puentes de República Dominicana
La falta de una política crediticia del Gobierno se convierte en
una de las razones que genera mayor desamparo social, ya que muchas personas por
su bajo poder adquisitivo se ven obligadas a vivir en las calles.
El
alto costo de una vivienda y de los alquileres pone en riesgo a muchos
individuos y a inclinarse a vivir debajo de los puentes, elevados y casas
abandonadas, así como en las calles, cuyo peor drama se produce cuando tienen
que arrastrar con sus niños a unas condiciones de vida infrahumanas.
Los que viven en total desamparo social arman colchones con
trapos sucios y cartones y se asean a la luz del día ante la mirada indiferente
de los transeúntes, quienes cuentan con escasas posibilidades de superar su
dolorosa situación en virtud de que los gobiernos no priorizan la inversión
para dotar de un techo a los que no tienen otro lugar para refugiarse que no
sean las calles.
El drama toma un mayor nivel de inequidad cuando se observa el
levantamiento de megas obras en las que el Estado invierte altas sumas de pesos
o dólares, sin incluir los adendos, la mayoría de cuyos presupuestos se van a
las arcas de las compañías constructoras, lo cual ha permitido que históricamente
muchos terminen multimillonarios, mientras otros deambulan por las calles con
la barriga vacía y sin un techo donde vivir.
En la actualidad son varias las familias que viven debajo de los
elevados en la capital dominicana en medio del sucio, sin ducharse y sin nada
que comer, mientras otros depredan el patrimonio público impunemente.
En la
República Dominicana se estima que hay unos 800 mil
indigentes que duermen donde le coje la noche y comen los desperdicios que son
lanzados a los cestos de basura.
En los últimos años la República Dominicana
ha pasado de un puente a un mercado del narcotráfico lo que ha dejado una
secuela de jóvenes adictos a las drogas y en consecuencia un empeoramiento de
la indigencia con los llamados palomos, es decir adolescentes consumidores de
estupefacientes, que viven en los parques y otros lugares públicos sin que el
Estado implemente una política dirigida a protegerlos y prevenir que otros
caigan en el mismo problema.
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