El samán de Tamboril es el más grande y antiguo del país y del Caribe

CODIGO 32
Escrito por: POR SANTIAGO GONZALEZ
El Nacional
TAMBORIL.-
 Este municipio era conocido como “El Pueblo de los Samanes” por la cantidad de árboles de esa especie que aún existen en la zona, donde mantienen bajo resguardo el que se cree es él más grande y antiguo Samán del país.
El árbol en terrenos de los descendientes de la familia Martínez cubre una extensión de alrededor de seis tareas y hay creencias y afirmaciones de que tiene entre 170 y 200 años.

Sus protectores han estado siempre a la disposición de que el área debajo de éste y sus alrededores sea convertida en un parque para su protección, lo que es estudiado por la Secretaría de Medio Ambiente que contempla otorgar a este una especie de categorización y declararlo como “Monumento Natural”.

“El Santuario de Los Samanes”, como le llaman a este poblado, tiene una gran cantidad de árboles de esta especie, aunque ninguno de ellos como el de la familia Martínez ubicado en Alto del Bejarán, en la calle Juan María Capellán.
Yolanda e Ico Martínez tienen en este árbol la historia que cobija su familia y una gran parte de Tamboril.
Tomás Hernández Franco, el gran poeta tamborileño autor de Yelidá, le dedicó una poesía al Samán de Tamboril como homenaje a uno que había en la parte frontal de su residencia.
En los alrededores del río Licey hay una gran cantidad de samanes, pero todos de menor tamaño que el existente en la propiedad de los Martínez.
La raíz de este son fuertes y suben a la superficie del suelo tres o cuatro metros de altura.
Además de Tamboril, hay grandes samanes con decenas de años nacidos en Santiago y los que tienen sus historias guardadas de amores y desamores. Todos portadores de un extraordinario follaje.
Uno de los más impresionantes se encuentra en el parque Colón, en la esquina de la calle Luperón con General Cabrera y otro frente al Palacio del Ayuntamiento.
También hay en la Plaza Valerio y otros en la zona
suburbana de Jacagua, lugar de donde fueron extraídos más de treinta y plantados en el Monumento a los Héroes de la Restauración de la República, cedidos por la familia Benoit.
En la finca de los Vargas, en La Otra Banda, en Hato del Yaque y en la cercanía de Villa González hay también frondosos samanes. El samán que tiene como nombre científico Samanea saman, de las especies de las leguminosas, es fundamentalmente de sabana o lugar llano, ideal para los pastizales porque permite la biodiversidad dejando pasar los rayos solares y se desarrolla mucho a la orilla de los ríos.
Sus semillas son como la de todas las leguminosas que viene en vaina y tiene una cubierta de dulce y es un excelente alimento para el ganado.
Tiene una copa redondeada y el ingeniero agrónomo Domingo Rodríguez destaca que el de Tamboril es la especie más grande de República Dominicana.
Resaltó que este no es un árbol dominicano sino de México y Centroamérica y de aquí ha sido llevado a África donde lo plantan en grandes cantidades en la zona ganadera.

«AL SAMAN DE TAMBORIL»
(Marzo, 1944)
(Gabriel Silveira Leal)

http://domingocaba.blogspot.com/2009/04/al-saman-de-tamboril-el-banco-central_17.html«No es sino un gran árbol que ha perdido su follaje. Desde mi habitación lo contemplo y envío mis recuerdos a cantarle corros en redor. Este árbol es mi infancia. Este árbol es mi vida. A través de mis andanzas por el mundo ha sido punto de apoyo entre la realidad y el ensueño, entre la tristeza y la paz. Es mi hermano mayor, mi hermano de ambiente, diría, pues, hemos bebido juntos sol, viento y luna y lluvia.

Está en medio del poblado, en la explanada que aísla mi casa de las demás, y donde por el día vienen a jugar los niños al salir de la escuela, y en las noches es asilo de los sueños de los enamorados y bahía donde solitarios anclan meditaciones y esperanzas.

Es un bello samán, de lucientes hojas, que de repente se han ido a volar, como mis pensamientos.

La vida del pueblo discurre a su vera. Es un patriarca, señero y grave, con austero silencio y ternura umbrosa, corazón de perfume y auras llenas de melodía.

De pequeño, una bala, en una de nuestras revueltas civiles, le hendió el entonces débil tronco. Mi padre, con tierra, grama y flejes, le hizo un vendaje. Ahora la herida no es sino esa gran cicatriz donde algunas veces hace nido un ave y otras, cuelgan su panal las abejas. Yo escondí en ella mis tesoros juveniles, fue mi alcancía, y hoy, ya cansado, con polvos de caminos rápida y largamente recorridos empañándome los ojos, vengo a sonarla en busca de mis haberes, porque ardido de fatigas terrenales, quiero un balance de olvido y de sombras para fabricarme un sueño.

¡Viejo samán de mi pueblo, amigo, hermano, yo te saludo! Los niños que te cercan ya pueden ser mis hijos y aún cantan los versos que aromaron mi infancia. Y aquel viejo, taciturno, que descansa el ala de tus pensamientos en tus desnudas ramas, antes de echarlos a andar mundo arriba, mundo abajo, puedo ser yo.

Esperaré al recrecer de tu follaje. Atisbaré la canción de tus venas. Creeré que me nacen, como a ti, renuevos primaverales. Sorprenderé en las pequeñas cosas el vibrar solemne de la vida. Partiré mi pan de esperanzas, y de mi mano comerán sus migajas las volanderas brisas. A otros viajes alimento darán y hasta la muerte, tu noble figura amable presidirá mi existencia.»


20/9/97

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