Locos orientando locos, una patología dominicana
En la República Dominicana se vive una paradoja peligrosa, en la que psicólogos juegan a ser psiquiatras, orientando a enfermos mentales graves con consejos que no curan ni alivian.
“Donde no hay harina, todo es tremolina”, dice el refrán; y en este caso, la harina es la medicina que no llega, porque en lugar de derivar al paciente al especialista competente, lo entretienen con un palabrerío que se evapora en el pensamiento.
No se sabe quién está más loco, si el paciente que delira o el psicólogo que lo valida, porque lo que debería ser un espacio de tratamiento, se convierte en un espejo deformado donde la enfermedad se refleja, se normaliza y se cobra.
La psicología es útil, necesaria y noble, pero hay males que no se curan con introspección ni con ejercicios de respiración.
La esquizofrenia no se calma con metáforas, la bipolaridad no se equilibra con frases bonitas y la depresión mayor no se alivia con un “cree en ti”.
Hay psicólogos que, al empatizar con su paciente se convierten en espejo de su locura y en vez de sánalo incrementan la enfermedad.
Los especialistas de la conducta que no reconocen los límites de la terapia cognitiva del ser no es terapeuta, sino cómplice de la enfermedad, lo que al final se traduce en familias destrozadas, comunidades en riesgo y pacientes al borde del abismo.
En la actualidad aparecen psicólogos que disfrazan su profesión con discursos rimbombantes de empoderamiento vacío y confunden terapia con ideología, validación con tratamiento y aplauso con cura.
El costo de esa mala práctica profesional e irresponsabilidad médica, no la pagan solo los pacientes, sino la familia que pierde la paz, el hijo que hereda el trauma y la sociedad que recibe en sus calles a enfermos sin tratar.
“Cuando el río suena, agua lleva”: y ese río de negligencia ya desborda en violencia, suicidios y crímenes que pudieron evitarse con técnicas de la conducta más efectiva..
Para validar un delirio hay que estar, de algún modo, delirando también y el delirio de muchos psicólogos modernos es peor, porque se disfraza de ciencia, se cobra en efectivo y se esconde tras un título universitario.
La salud mental no puede seguir siendo un negocio turbio ni un escenario de discursos feministas mal entendidos o narrativas de poder.
El verdadero servicio no consiste en aplaudir la locura, sino en guiarla hacia la recuperación, mientras que en los casos graves, solo lo logra un psiquiatra con receta en mano.
Existe un viejo refrán que lo dice todo: “Al loco no lo cura la palabrería, sino la medicina precisa”.
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