Fraude eléctrico al pueblo, una estafa colosal en la sombra
Hay estafas que se ocultan en la penumbra, pero la del servicio eléctrico, denunciada por Marranzini, arde a plena luz del día.
Es un fraude colosal, un desfalco al pueblo dominicano, vestido de recibo, una mordida en cada bombilla encendida de los hogares dominicanos.
Lo grave no es que una institución haya manipulado cifras, sino que todo el sistema de distribución eléctrica huele a podrido.
Si se levantara la alfombra y se auditara a todas las EDES, el país se estremecería hasta los cimientos, porque la estafa no es un accidente: es un hábito.
Durante años, miles de familias han visto cómo de la noche a la mañana sus facturas se multiplican como si en sus casas se escondiera una fábrica clandestina de aluminio o un rascacielos iluminado día y noche.
Lo que antes eran dos mil pesos se ha convertido en diez mil o 12 mil , sin que un abanico girara más rápido ni un bombillo brillara con mayor intensidad.
Es el mismo consumo, pero la cuenta sube como un globo atado a la codicia de unos cuantos administradores del servicio eléctrico nacional.
El engaño al pueblo no es casual ni mecánico, tampoco un error de cálculo, sino una manipulación manual, premeditada, como la mano del tahúr que cambia las cartas en la mesa.
Se habla de doble contabilidad: una verdad en los medidores y otra mentira en las cajas, que luego desaparece en los balances contables como un truco del prestidigitador de una red mafiosa en cada institución.
Es un fraude cuyo origen se vislumbra que no nació en un escritorio aislado ni en la ambición de un solo administrador, sino que en él participan muchos actores.
Es un secreto a voces que atraviesa gobiernos, que conoce la clase política y que toleraron presidentes sucesivos.
Nadie puede hacerse el inocente, porque el silencio cómplice ha sido parte de la estafa.
Hoy, el nombre de Manuel Mejía Naut salta a los titulares, señalado por manipular consumos de 42 mil clientes en EDEESTE.
El Consejo Unificado de las EDES, en voz de Celso Marranzini, lo presenta como el villano de turno, el rostro del desorden y la corrupción.
Pero, ¿será él solo el árbol podrido o el bosque entero está enfermo? ¿Acaso se pretende con una denuncia aislar el mal, como si la metástasis se pudiera frenar amputando un dedo?
Presentar como mejora lo que en verdad fue un fraude masivo es una metáfora cruel de la política energética dominicana: el maquillaje sobre el cadáver, la flor marchita en el ataúd del servicio eléctrico.
Las EDES deben ser auditadas todas, sin excepción, y devolver cada peso robado al pueblo.
No basta con señalar un culpable, porque este fraude no tiene un solo rostro, es una medusa de mil caras y no es una sombra aislada, sino un eclipse nacional.
El país clama por transparencia y la electricidad que ilumina nuestros hogares no puede ser también la oscuridad que apaga nuestra confianza.

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