Avenida Circunvalación Norte: El Patíbulo de Santiago
Por Rey Arturo Taveras
Por las entrañas de Santiago serpentea una vía que nació con el ropaje del progreso, pero que ha terminado convertida en altar sangriento, donde la vida se derrama sin juicio ni clemencia.
La avenida Circunvalación Norte, inaugurada con promesas de movilidad y desarrollo, ha devenido en un corredor lúgubre, un escenario de emboscadas, asaltos y asesinatos.
La vía constituye un patíbulo moderno donde la muerte no pide permiso y actúa con impunidad, en la hidalga ciudad de Santiago de los Caballeros, cuna de libertades, hoy estremecida por la violencia.
Es una avenida vestida de sombras, levantada con el optimismo del desarrollo, con cuatro carriles, 34 pasos a desnivel, dos distribuidores, y la promesa de descongestionar el corazón del Cibao.
Con 24.5 kilómetros de asfalto y concreto, financiados con 91 millones de dólares y sellada por las manos del consorcio Odebrecht y Constructora Estrella, la Circunvalación Norte de Santiago debía ser arteria de vida, pero ha devenido en rastro de muerte.
Sus curvas y rectas, carentes de iluminación y vigilancia permanente, no conducen al porvenir, sino al espanto, por lo que, en vez de ser autopista de esperanza, es ya la autopista del miedo.
El lunes más reciente, el eco de las balas volvió a sacudir su pavimento, cuando el sargento del Ejército Nacional Eddy Antonio Santana Almonte, de apenas 35 años, fue acribillado, en el tramo próximo a Gurabo y la salida hacia Tamboril.
La sangre del militar se sumó al manto rojo que cubre la vía, esa que alguna vez prometió salvar vidas… y hoy las cobra.
Pero este guardián de la patria no fue el primero en morir, ni será el último.
En abril del 2023, un niño de 9 años, Luis Feliz Camilo, fue abatido en medio de un supuesto atraco cuando regresaba con su familia del aeropuerto Cibao.
La inocencia del infante quedó tendida sobre el asfalto, víctima de una emboscada sin rostro que truncó el regreso a casa.
En el año 2015, los estudiantes Dionis Reyes y Alfonso López Martínez, ambos de apenas 16 años, fueron ejecutados mientras se desplazaban en motocicleta por la avenida en cuestión.
Sus vidas, jóvenes y encendidas, fueron apagadas en una vía sin luz ni vigilancia.
También está el caso del vigilante privado Brumildo Cepeda Guzmán, abatido por dos sombras en motocicleta, tan comunes y tan letales como el olvido de quienes deben velar por la seguridad ciudadana.
Una carretera sin alma
La Circunvalación Norte fue concebida para unir pueblos y, sin embargo, tristemente lleva tristeza y dolor a muchas familias.
Debió conectar el desarrollo con la esperanza, pero ha terminado enlazando el miedo con la muerte, porque allí no hay vigilancia constante, ni patrullas que garanticen seguridad.
Solo una cinta de asfalto que avanza entre matorrales, silencio… y cadáveres.
Por dicha vía transitan más de 10 mil vehículos cada día, y sin embargo, la emoción que embarga al conductor no es eficiencia, sino temor. El corazón se acelera no por la velocidad del vehículo, sino por el riesgo de no llegar vivo a destino.
Erigida en menos de un año bajo el mandato del gobierno del PLD, fue vendida como una de las obras más emblemáticas de las últimas décadas en Santiago.
Tal vez lo sea, si se mide en kilómetros o millones. Pero si se mide en sangre, es una herida abierta en el pecho de la ciudad.
Hoy, lo que debió ser joya del urbanismo, es una cicatriz en la piel de Santiago.
¿Quién responde por los muertos?
En cada asesinato hay una viuda que no duerme, un niño que pregunta, una madre que no entiende por qué su hijo no volvió.
Las estadísticas no hacen justicia y las cifras no consuelan.
Solo el Estado puede devolverle la dignidad a esta vía. Solo una acción firme puede devolverle vida al asfalto que ahora solo huele a muerte.
La Avenida Circunvalación Norte no fue concebida para matar, por lo que no merece ser el patíbulo de Santiago, por falta de iluminación y vigilancia permanente.
Mientras la oscuridad siga dominando tan importante vía y los atracadores sigan dictando sentencia, con un Estado mantenga la vista con ojeras, sin mirar los cadáveres al borde del camino, la avenida seguirá siendo una trampa de sangre disfrazada de modernidad.
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