Los perros realengos (viralatas) del alcalde están ladrando
Por Arturo Taveras
Periodista
y escritor dominicano.
TAMBORIL,
REP. DOM.-Los perros realengos (viralatas) del alcalde de este municipio siguen
ladrando y lo hacen con mayor energía, porque deben proteger la basura con que
los alimenta su amo, quien se los ´´achuba´´ a los periodistas, políticos y
otras personalidades que lo critican y a quienes no se han dejado tratar de la
misma forma que lo hace con sus hambrientos caninos, los cuales son capaces de
morder a cualquiera que ose criticar lo que diga o haga su dueño.
Esos
perros viralatas tienen nombres y apellidos, viven en Tamboril, son
inquisidores y se presentan ante el público como paladines de una supuesta
verdad que su amo les dice deben defender para que preserven la ''viruta'' que les
deja caer de los recursos que a su antojo maneja en el cabildo.
Son
viralatas enviados a ladrar por un amo que, para ser ejecutivo municipal, compró
conciencias en busca de impunidad, pero que no pudo embaucar a los verdaderos
cerebros, a los que quisiera sepultar en el Ostracismo moral con las voces
aulladas de sus perros.
Esos
pérfidos ladran desde el cabildo, en reuniones, desde la radio y la televisión,
así como de cualquier otro lugar donde encuentran la oportunidad para soltar
sus a alharacas envenenadas. Pero sus ladridos tienen tan poco valor que no
atemorizan ni a un niño recién nacido. Unos ladran más que otros, dependiendo
de la migaja que reciben como paga y el nivel de compromiso asumido con su amo.
Algunos
de ellos gruñen sin fuerzas y sin moral, porque buscan proteger a un amo que se
cobija, junto a ellos, en casas construidas con techo de cristal y cualquier
piedra lanzada por el vecino, fácilmente, les parte la cabeza y los deja
desmoralizados.
Con
sus ladridos, los viralatas del alcalde de Tamboril se delatan y dicen al mundo
quién es su dueño y el por qué los alimenta con basura extraña, salamis viejos,
huesos y otras migajas que les deja caer para que se embullen o sean cómplices
de un mamotreto administrativo, ocultando y callando así la oscura realidad de la
administración municipal
Con
sus alharacas, vociferadas en Tamboril, el alcalde quiere quitarse el traje
oscuro y manchado por un pasado violento y tormentoso, el cual lleva puesto,
para que sus perros se lo pongan con mentiras a personas a las que no le
encaja, porque no son de su talla y porque es un traje que solo le sirve a su
figura.
Esos
perros realengos, con figura humana, andan erguidos y con ínfulas de poder,
pero se pasan de listos y no saben ser precavidos, faltando así el respeto a
los viralatas de cuatro patas, al no tener la habilidad de mirar a ambos lados
antes de ladrar a alguien.
Caminan
en tierras movedizas, a veces cruzan los rieles sin ver llegar el tren y pasan
por encima del peligro que les acecha, sin pensar que su poder es momentáneo y
que pronto lo perderán.
Son
viralatas que visten trajes morados y que en la búsqueda de oportunidades
tienen la destreza de abrir fundas con su hocico sin romperlas y voltear
cualquier canasto de basura sin importar el tamaño, en busca de mentiras y
falsas acusaciones para ladrarlas en contra de los adversarios de su amo y de
esa forma ganarse la comida. Si no encuentran que decir tienen que inventar
algo, porque para eso les paga el señor alcalde, jefe del cotarro.
Como
todo realengo, son perros cobardes que corren más que el deportista Félix
Sánchez si ven que alguien se agacha a recoger algo o si abre la boca para
decir algunas palabras. Esos realengos no saben que el amo los conoce y los
trata como lambones por el poco valor
que ellos tienen.
Ahora
ladran más que antes, porque saben que su amo será desalojado del cabildo, por
la fuerza del pueblo y ellos perderán el hueso que con gusto chupan los días 25
de cada mes, pero como se van junto a su amo están tratando de succionarlo
hasta los tuétanos.
Es
aconsejable no hacer caso a los perros viralatas cuando ladran, pero si
cuidarse de una mordida trapera, porque de su bocas brota un veneno peligro que
contamina fácil a la gente.
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