La historia del cine, en Tamboril, se escribe con emoción
CODIGO32-SIPRED Datos de Pedro López y Rómulo Abreu (Momo) Redacción: Rey Arturo Taveras En Tamboril, el cine nunca fue un simple negocio: era la gran novedad del pueblo, la fábrica de ilusiones, la iglesia del celuloide. Si el cura Juan Evangelista Disla rezaba por las almas, Marino Rodriguez (Marinito) era quien rezaba por las butacas del cine vacías para que no quedaran en pena por falta de espectadores. Subido en su guagüita anunciadora, con más humo que fuerza, recorría calles y callejones con su voz aguardientosa, anunciando la película de la noche. Nadie sabía si era pregonero, actor frustrado o embajador de Hollywood, pero sí se sabía que tenía un estribillo fijo, tan fijo como el sol de las doce: -¡Acción y violencia en esta película! No importaba si la cinta era de amor puro, de monjitas cantando o de niños perdidos en la selva. Hasta con La Laguna Azul, donde Brooke Shields apenas se bañaba en el mar, Marinito soltó con solemnidad: -¡Acción y violencia ...