CODIGO 32
LAS 73 PRIMAVERAS DE MI ETERNO HÉROE MANUEL ROSARIO...
Ni el paso aplastante del tiempo ni los vaivenes de la vida han podido deshacer de mi piel el tibio pecho de papi. Era la cálida frazada que en mis años primeros curaba los peores días de frío. De niño, bordeando su cuello con mis manitas inocentes, me sentía gigante, realizado e invencible. Su silenciosa y ecuánime presencia siempre tuvo olor a verdad. Con solo mirarme podía trazarme el camino a seguir cuando torcía la senda o simplemente le rompía el pedal a la bicicleta. Existen espacios y responsabilidades que solo un padre puede suplir: modelar valores, conseguir el dinero que pone el plato en la mesa, inspirar seguridad cuando todo parece oscuro e inseguro, ser palanca y norte. Mi padre me amó con la misma fuerza que se afianza la raíz al suelo. Se realizaba en mis triunfos, y parecía querer recoger mis penas entre sus manos, delicadamente, con lienzo divino. Miraba mi futuro y adivinaba el horizonte como si él mismo fuera a amanecer en cada despunte de ese sol que me bañaba. Era su mejor apuesta. Cual si se hubiese empinado en la frase del inmenso Sigmund Freud, y cito: "No puedo pensar en ninguna necesidad de la infancia tan fuerte como la protección de un padre”...así me cuidó. Sin tiempo, espacio ni medida... Hoy que habría cumplido 73 primaveras, lloro de alegría por su impresionante vida. Llevó sus años con una serenidad asombrosa, lleno de una paz espiritual que sólo los hombres de bien disfrutan. Gran esposo, excepcional padre, hijo abnegado, amigo sincero y compasivo, hombre ecuánime y de palabras pocas, pero exactas. En suma, un hombre de verdad.
Te amamos con todo y con más! Sabemos que desde el cielo cuidas de nosotros con la misma potencia y amor que lo hiciste durante tu maravillosa e inabarcable vida.
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