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lunes, 6 de agosto de 2012

Escritor Johán Rosario jura amor eterno a su amada Indiana

CODIGO 32//HECHOS Y GENTE
Por Arturo Taveras
Una mirada enlazó sus pensamientos y luego llegaron los intercambios de palabras que dieron al traste con la unión de labios e intercambios de caricias, lo que se fue cocinando  con buena química hasta que  surgió  el romance, lo  que tuvo como producto final  el amor conyugal, profesado ante un juez por el periodista y escritor Johán Rosario a su amada Indiana Domínguez, el pasado domingo 5 de este mes de agosto en la villa de Haverstraw, New York.

En ellos se expresó cupido, con un manifiesto de entrega, y se concretizó la verdadera naturaleza y la nobleza del amor conyugal, confirmado por el juez que los casó,  bajo la mirada de los testigos, parientes e invitados, pero sobre todo bajo la mirada de Dios, en cuyo trono se  revela la fuente suprema del  Amor.
La unión matrimonial de Johán e Indiana no es un  efecto de la casualidad o producto de la evolución de fuerzas naturales inconscientes; es la expresión divina del pensamiento de dos seres que decidieron formar una sabia institución, establecida para sustentar la humanidad con  el designio de amor. 
Son dos enamorados  que se convirtieron en esposos consagrados, mediante su recíproca  decisión, propia y exclusiva de ellos,  bajo la  comunión de sus seres en un orden social, apegado a un mutuo deseo, para así ser cómplices y  colaborar con  la generación y continuidad de la vida. 
 El de ambos cónyuges es un amor real,  plenamente “humano”, es decir, sensible y espiritual, al mismo tiempo.  Lo expresado por ellos no es  una simple efusión del instinto ni  del sentimiento, sino que es también  un acto de la voluntad libre, destinado a mantenerse y a crecer mediante las alegrías y los dolores de la vida cotidiana, de forma que su decisión de ser  esposos los convierte en un solo corazón y en una sola alma.
El matrimonio es una institución social que crea un vínculo conyugal entre sus principales  miembros. que son el hombre y la mujer. Este lazo es reconocido socialmente, ya sea por medio de disposiciones jurídicas o por la vía de los usos y costumbres. El matrimonio establece entre los cónyuges una dependencia social y humana que se afianza con  la filiación de los hijos procreados o adoptados de sus miembros, según las reglas del sistema de parentesco vigente.
El amor conyugal, además de ser un misterio único y maravilloso, es la donación de sí mismos que hacen un varón y a una mujer, en razón de la bondad intrínseca que tiene la sexualidad humana. Esta donación libre es de tal entidad que afecta el ser mismo de los cónyuges y genera en ellos un nuevo modo de ser en la unión, una comunión de personas que, sin destruirlas, las perfecciona haciéndolas más humanas a lo largo del tiempo.

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