Tamboril llora a Juan Germosén, leyenda del béisbol amateur
El diamante del béisbol dominicano ha perdido una de sus estrellas más puras con la muerte de Juan Germosén, a quien muchos consideran el mejor segunda base del béisbol amateur de todos los tiempos.
Su verdadero nombre era Luis Tomás Germosén, pero en los estadios se inmortalizó con el apodo de Juan, nombre sencillo que se volvió sinónimo de excelencia en la intermedia.
Desde niño, con apenas ocho años, empezó a perseguir la pelota en el estadio Seo Reynoso bajo la tutela de Arismendy Martínez.
Más tarde, en la prestigiosa Liga 11 de Enero, el ojo clínico de Freddy Toribio vio en él lo que el destino confirmaría: un pelotero hecho para la grandeza.
En 1971, vistiendo los colores de la patria en el Campeonato Mundial de Béisbol en La Habana, Cuba, se llevó el liderato de bateo con un promedio de 386.
Su destreza arrancó aplausos insospechados: hasta el propio Fidel Castro descendió al terreno para estrechar su mano y advertirle: “Nunca había visto un segunda base como usted; no se venda como las reses cuando vayan los scouts norteamericanos”.
Aunque tenía talento de sobra para ser firmado por las Grandes Ligas, Germosén decidió escribir toda su historia en el béisbol aficionado.
Fue seleccionado como el “Mejor segunda base del siglo” en la pelota amateur dominicana, un título que lo colocó en la cima de los que nunca cambiaron la pasión por contratos.
No todo fue júbilo: una lesión le impidió participar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1974, aunque formó parte del equipo.
Continuó su andar por los diamantes hasta 1983, año en que colgó los spikes y se retiró en silencio, sin sospechar que la leyenda ya lo acompañaba.
Tamboril lo recuerda también por una proeza irrepetible: junto a otro hijo ilustre del municipio, logró que la pequeña tierra del tabaco y la caña tuviera dos representantes en la Selección Nacional de Béisbol.
Muchos de sus compañeros alcanzaron la inmortalidad en el Pabellón de la Fama; él, en cambio, aguardó siempre en el “círculo de espera”, confiado en que su nombre sería llamado.
Nacido el 16 de septiembre de 1951, estaba a punto de cumplir 74 años.
Su partida deja un vacío, pero también una herencia de disciplina, entrega y orgullo para el deporte nacional.
El guante reposa en silencio, pero la memoria de Juan Germosén seguirá vibrando en cada doble matanza, en cada batazo oportuno, en cada niño que sueñe con vestir la camiseta del país.
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