Empresario Johan Rosario agradece solidaridad del país tras emboscada para matarlo

CODIGO32-SIPRED
Me encuentro bien y en paz. Confiado en la majestad de la justicia: la terrenal… y la divina.

Gracias de corazón a cada amigo, a cada ser querido, por sus palabras, gestos y solidaridad y amor que han sido abrigo en medio del frío de una traición tan brutal como inesperada y que tanta conmoción e indignación colectiva ha causado.

Fui víctima de una emboscada vil, cobarde y alevosa, con claros fines homicidas, ejecutada por personas en quienes no solo confiaba, sino que consideraba parte de mi familia.

Fue esa confianza la que me llevó a acudir sin escoltas, sin defensas, sin armas…mi seguridad lo dejé porque fui en paz.

Solo con el corazón abierto y el deseo genuino de entender por qué había recibido una llamada ofensiva de un hijo minutos antes.

Todo ocurrió en presencia de mis dos tesoros menores —dos angelitos— que jamás debieron ser testigos de tanta oscuridad absurda y traumática.
Fui allí a hablar con ese hijo que de la nada me llamó a mi celular para ofenderme con toda suerte de improperios. Ese mismo a quien crié, sostuve y amé desde pequeño. Al que me llevé a Nueva York al igual que a su madre y allí lo seguí amando y protegiendo. Un niño al que, hasta el momento de escribir estas líneas, seguía albergando en mi alma como un hijo verdadero. Mi propia red de Facebook señala que soy padre de 6, ese sexto de crianza fue el que me hizo la llamada.

Sus palabras, por celular, escuchadas en el speaker de mi vehículo por mi único testigo, mi otro hijo Jomar, fueron impublicables. Su actitud, desconcertante.

Por eso fui, con calma y respeto, a buscar una explicación, a conversar sobre aquella reacción injustificada.

Su madre, sentada en un mueble de la sala, al yo llegar y expresarle que su hijo -y que yo creía mío- me había faltado el respeto y yo estaba sorprendido porque nunca lo habia hecho, me indicó que él estaba arriba, en el segundo piso y que subiera a hablar con él, que hacía días no estaba bien.

Pero lo que me esperaba no era diálogo… sino una celada.

Una trampa vil que pudo haber sido mortal.

Mas o menos en el quinto escalón, desde un nivel más alto, -el arriba y yo debajo- surgió de pronto —como sombra del mal— una persona con la que jamás tuve discusión alguna.

Alguien que me visitó en casa en más de una ocasión, siempre a solicitud de él, con el que llegué a compartir conversaciones sanas y mensajes de respeto mutuo. Me decía “hermano”, y así lo recibí siempre que pidió irme a visitar a casa para tocar principalmente temas comunes de la familia: con cortesía, apertura y cordialidad. Tal como hace un mes y algo recibí también a la ex junto a él, en mi casa, en la que vivo yo, a la que fueron a socializar informaciones que ellos entendían de interés para mí y de eso tengo fotos videos. Así era más o menos el nivel de relación. 

Aquel día, sin previo aviso, sin historia de rencores, sin haber cruzado jamás palabras de discordia, el mismo que hasta cenas de cortesía me llegó a pagar en restaurantes en los que compartimos como familia, él con su pareja y yo con la mía, de forma madura y hasta bonita y ejemplar, y al que con mis niños más pequeños los domingos en ocasiones hasta le mandaba sopa porque él le decía a ellos que le gustaban y que le llevara y yo con  gusto accedía, mientras subía a hablar con el autor de la llamada, mi hijo, jamas llegué hasta a el ni a poder sostener la conversacion que quería toca y que me movió a ir brevemente, porque ese dia viajaba a Nueva York para ser Padrino de jna blda al día siguiente. Fue este sujeto que me llamaba "hermano", quien tras proferirme algunas palabras insultantes e inesperadas tambien, me lanzó un golpe mortal con un anillo que potenció la brutalidad del impacto completamente inesperado, justo en una escalera de la que pude caer y desnucarme. La providencia me ayudó a sostener el equilibrio, aún tambaleándome por la magnitud del golpe brutal y salvaje, desde una posicion en la que se manifiesta la cobardía.
Un acto artero, premeditado y profundamente oscuro.

El Johan del video —que circula por ahí sin contexto ni verdad— ya era un hombre golpeado desprevenidamente arriba, ya venía entre confundido, aturdido y sin equilibrio. Por eso ya no tenía control, solo una herida salvaje en la cara ante la que estoy vivo para contarla.
Esa parte, claro, fue editada… por los mismos autores del crimen planificado con premeditación, acechanza y alevosía que lo han hecho circular parece que pensando que traicionar es un premio y emboscar a un ser que va indefenso y desprevenido a un lugar es una conquista que merece aplausos.

La llamada fue claramente un señuelo. Una invitación a la muerte.

Y yo, inocente, fui en chancletas, pasivo, sin mi seguridad, porque jamás imaginé nada semejante… nunca sospeché que la oscuridad ya había preparado su escena, incluso delante de mis niños más pequeños.

Y sin embargo, aún en medio del dolor, no hay odio en mí.

Hay conciencia. Hay fe.

Fe en que la justicia hará su obra.
Fe en que lo que se edifica sobre mentira se desmorona.
Fe en que Dios nunca abandona a los justos ni deja impune al traidor.

Confío plenamente en que tanto la justicia de los hombres como la del Altísimo responderán.
Porque la verdad es paciente… pero firme.
Porque el amor no se extingue.
Y porque jamás, jamás, la oscuridad podrá vencer a la luz.

Vencerán el amor. Vencerá la verdad. Vencerá la vida.

— Johan Rosario

Comentarios

  1. Cecis a dios estás vivo mi amor . Aprende a no confiar en nadie cuídate mucho

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  2. Dios nunca desampara a sus hijos lo importante que esta con vida y de ahora en adelante no debe de confiar en nadie ya el mudo está que hay muy poca persona leal Pero qué bueno que está bien 👍

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