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martes, 18 de junio de 2024

UN TÍGUERE CARNAVALERO EN TAMBORIL

CODIGO 32

José Mercader
Cuando Dagoberto Tejeda llegó al Museo Horacio Vásquez para dar su conferencia sobre el Carnaval Dominicano allá por febrero, me saludó con el mismo entusiasmo de siempre: ¿cómo tu tá tíguere?, un saludo de confianza y un sello de nuestra amistad que data de los años de la UASD y su lucha por el medio millón, la época de la represión balaguerista, los “7 Días con El Pueblo” y Convite, el grupo de sus “tígueres” que juntó musicalmente; la coincidencia en los CORECATO (sin S); los amigos en común, Miguel Cocco y Minerva, Angel Matos y Rosa, Santiago Sosa, Celedonio, Cassá, Carmen Durán, Omar Fortuna, Tabito, Leo y tantos otros que, me imagino, seguirán clandestinos viviendo en 1970. 

Nelson Santos todavía se sigue agachando para amarrarse los cordones y para aprovechar y echar un vistazo hacia atrás, “discretamente”, para ver si no lo está siguiendo un calié o un palero del ingeniero Macoris.

Aquel Dago, más parecido al batería del grupo de hippy Creedence Clearwater Rivalval, que al sociólogo que regresó de Brasil con el Carnaval a cuesta, como el bacalao de aquel jarabe, se movilizaba en bicicleta o a pura chancleta, siempre acompañado de su bulto de cuero que le colgaba, en bandolera, de un hombro; camisa amplia y pantalones de fuerte azul y la misma sonrisa pícara y sabia que, como su sombra, no le dejaba ni pie ni pisá. 

El bastón de guayacán, que parece más un símbolo de mando que un apoyo, ¿no será una herencia de Enriquillo, Caonabo, Guacanagarix o Diego de Ocampo?

A mí me dio un alivio verlo porque ya los niños de las escuelas lo esperaban. Me alegró su energía contagiosa y duplicada con la presencia de Amarilys y Martita. Visitó el cuarto de los gallos (baño de varones) y me expresó su asombro de la calidad que reúne el espacio del Museo. Me habló del palo que dio el Gobierno, de su amistad con Andújar y del proyecto de su próximo libro “7 Días con el Pueblo”, aquel hermoso encuentro musical que estremeció a Balaguer… y después dicen que “loj comunita no hicién na”. 

Es, no cabe ni un chin de duda, el espectáculo musical más importante que jamás si hiciera aquí, comparado, si se quiere, con el de Woodstock de Estados Unidos, pero con cabeza y sin humo. Na que ver con las melcochas de Julio, ni la cucarachosa Rihanna.

Dago, que es un educador desde Matusalén, no tuvo el menor inconveniente de adaptar su discurso a los más de 300 estudiantes para explicarles, sencillamente y con la pedagogía, gracia y humor de quien conoce y disfruta lo que hace. Algunas escuelas nos trajeron más estudiantes de lo acordado por lo que tuvimos que pedir más sillas. Nos ayudó el terreno, limpio, adecuado, que sirvió, en parte, de ágora. 

Resalto, de lo dicho por él, que el Carnaval es la fiesta popular más importe y libre y que, ingeniosamente, ha servido también como mecanismo de denuncia, cuando solo “tirar puyas” era más efectivo que tirar volantes. 

          ... ay, se me muere Rebeca…
A Califé lo calificó de ser su personaje favorito. Habló de las caretas pepineras, joyeras, de Pueblo Nuevo, aquel barrio que por las inundaciones del Yaque recibió, en época de Pedro Batista, el nombre de La Bahía y a donde las perreras grises no se atrevían a entrar por el fuerte batallón de tígueres armados de piedra que parecían repetir la Batalla del 30 de Marzo, tal y como lo aprendieron de botella en los libritos de historia o como lo practicaron con rifles de palo dirigidos por Walker González. 

Hizo énfasis en la necesidad de crear El Carnaval de Tamboril con comparsas de las escuelas, desafío que seguro lograremos y más con el entusiasmo e inspiración que nos dieron sus palabras. 

Para la época de Horacio Vásquez, el carnaval seguía con manifestaciones de salónes de la crema y nata de la “sociedad” de Santiago que se disfrazaba siguiendo la herencia de España con vestidos repletos de lentejas brillosas, antifaces, exhibiendo una putería reprimida por papi y mami que ahora podían darse el lujo de manifestar a sus anchas sabiendo que nadie las reconocía. 

Quedaba rastros de la tarasca de cabezones donde se escondían dos, similar a aquellos dragones chinos. Los carritos Ford de palito desfilaban por la Calle del Sol, 30 de Marzo, Restauración y volvían por la Sabana Larga hasta que no les quedara una gota de gasolina. 

Los jovencitos, borrachos con Ron Beltrán, se orgullecían, en sus vanidades de privilegiados, peinados de vaselina, y corbaticas de payasos.  

La logística de esta actividad contó con el apoyo de varias escuelas y liceos: Sergio A. Hernández, Fredesvinda  Halls, Braulio Paulino, César Hermógenes, Eugenio de Js. Marcano, Escuela Renacer-Estévez, Dr. José Jiménez. 

Los estudiantes de estos recintos educativos estuvieron a la altura con su comportamiento y la calidad de sus preguntas. 

Agradecemos también los libros que Dagoberto nos donó, todos de su autoría, los que estarán, a la disposición del público en la Biblioteca Tomás Hernández Franco, para los que quieran ampliar los conceptos emitidos por él. 

Todos tienen que ver con el carnaval, nuestro folclor, nuestra identidad, nuestros orígenes. 

Junto a la conferencia de Dago, exhibimos una exposición de caretas del carnaval de Santiago cosa que en Tamboril no se vio nunca antes. 

Esta conferencia es una experiencia que queda inscrita en la historia de Tamboril, en la historia del Museo Horacio Vásquez y en la memoria de sus ciudadanos.

Esperamos que cuando “ese maldito tíguere banilejo” vuelva a Tamboril ya tengamos varias comparsas que representen las escuelas, que La Alcaldía, los empresarios, el distrito escolar, apoyen esta actividad para que Tamboril no sea solo “un carnaval de motores”, bulla… que  sello económico del cigarro
 lo acompañe el carnaval como orgullo y que podamos exhibir, cada febrero, como expresión de libertad junto a nuestra fiesta patria de independencia. 
Acta policial terminada a las 11:00 de la noche de un día cualquiera de junio, a manera de interrogatorio. 

La cultura es el cambio… lo bueno está por venir.

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