Show Militar de Estados Unidos para derrocar a Maduro sin disparar
CODIGO32-SIPRED
Por Rey Arturo Taveras
CARACAS.- La prolongación de la incursión militar de Estados Unidos en los mares del Caribe, frente a Venezuela, constituye un espectáculo de sombras, un show bélico diseñado para intimidar y recordar quién porta el látigo del poder mundial.
No es casual que, junto a esas aguas convulsas, ondeen los rugidos de los aviones F-35, esos pájaros metálicos de quinta generación que vuelan como espectros invisibles y que condensan en su fuselaje la arrogancia tecnológica de un imperio del Norte.
Washington no busca, en esencia, la guerra total contra Caracas. Su juego es otro: acorralar a Nicolás Maduro, cercar su régimen como a una fiera dentro de una jaula de cristal, y dejar que sea el propio pueblo venezolano o los militares desencantados quienes se atrevan a quebrar el cetro del chavismo.
El miedo, esa arma invisible, pretende ser el verdadero misil que penetre los muros del palacio de Miraflores.
No hay duda: Estados Unidos podría, en cuestión de minutos, convertir a Venezuela en un campo de cenizas. Sus satélites y radares rastrean la tierra como si fueran dioses capaces de encontrar hasta una hormiga en su guarida.
Pero el costo de semejante embestida sería un océano de sangre inocente, un espectáculo macabro que pondría en jaque la legitimidad del verdugo y seria un espectáculo de mal gusto en el mundo .
Por eso, el imperio prefiere la tentación del dinero a la brutalidad de los cañones. Cincuenta millones de dólares: ese es el precio que ofrecen por la cabeza de Maduro.
No se trata de justicia ni de democracia, sino de una apuesta al hambre y a la ambición de algún militar dispuesto a traicionar. Es la guerra psicológica, el veneno lento que corroe las lealtades y convierte a la patria en moneda de cambio.
Buen análisis muy ojetivo en correspondencia con el marco geopolítico actual
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