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martes, 18 de febrero de 2014

COMO CARNE PARA SANCOCHO

CODIGO 32

Por Eugenio Taveras
(Periodista, contador público autorizado y educador)

El 11 de febrero de 2014, justo a las diez de la noche, tomé el trayecto de regreso a casa por la 6 de Septiembre de Pueblo Nuevo, paralelo a la pared del Cementerio de la 30 de Marzo, cuando observo a lo lejos un raro movimiento, segundos después tres jóvenes, que ninguno alcanzaba los 15 años, me pasaron por el lado de norte a sur; continúo mi camino y veo un haitiano, también joven, que va a una corta distancia de mí, al tiempo que hablaba con unas niñas y un señor que estaban frente a su casa.
El señor, de nombre Rafael, me informa que los tres jóvenes habían despojado del celular y otras pertenencias al haitiano, por lo que el atracado salió en busca de dos compañeros de su misma nacionalidad y de regreso enfilaron por la misma dirección que yo venía y que momentos antes habían tomado los delincuentes, con una intención no muy agradable.

Para mí la historia está cortada ahí, pero si mañana al amanecer me entero que tres muchachos de nacionalidad haitiana picaron como carne para sancocho a tres mozalbetes dominicanos, los cuales salen a atracar durante las noches y a la vista de todo el mundo, pueden ustedes estar seguros que me alegraré y si tengo que ir a defender y a declarar a favor de los vecinos de Haití lo haré con mucho gusto, porque tenemos la maldita costumbre de que todo lo que pasa en las aborrecibles calles del diablo, de un país donde las autoridades son partícipes de las atrocidades que aquí se comenten a diario, es culpa de los negros y ellos son la peor cosa que nos visitan o nos acompañan, cuando la realidad es otra.

Más adelante la indignación y la rabia me segaron, porque ellos pasaron frente a mí y muy cerca por cierto, por lo que pude ver sido una víctima más de esos hijos de nadie, que solo tienen familia cuando alguien los manda al último lugar que le corresponde a los vivos cuando no son más que estorbos para la sociedad.

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