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sábado, 2 de junio de 2012

El carro, el cubano y los parásitos

CODIGO 32//CULTURA Y SOCIEDAD

En Cuba hay dos formas de hacer las cosas: la fácil y la de la burocracia. Por muy positiva que sea una ley, los burócratas siempre sabrán cómo convertirla en un espeso pantano del cual solo se puede salir si se cuenta con su ayuda, nada desinteresada, por cierto.
El gobierno aprobó el pasado año la compraventa de automóviles, pero estableció 3 categorías de ciudadanos: los que tienen derecho a comprar un 0 km, los que solo deben aspirar uno de los usados en las empresas de alquiler y los que únicamente podrán adquirirlo de otro cubano.
A un trompetista de un grupo de salsa se le da derecho a comprar uno nuevo pero un campesino, de los que trabajan el día entero bajo el sol, solo puede comprar el auto viejo de otro cubano. Igual que le ocurre a los médicos aunque hayan ganado sus dólares salvando vidas en la selva africana.
No había que ser Nostradamus para adivinar que con semejante entramado de prohibiciones algunos burócratas iban montarse un negocio paralelo.
Y el gobierno les creó un mercado cautivo al entregar más de 2.000 cartas de autorización para la compra de automóviles modernos de uso.

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