El imperio de la culofilia y del mercado femenino en las redes sociales

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Por  Rey Arturo Taveras

En la geografía secreta del deseo masculino, hay una cordillera que se ha vuelto imperio en las redes sociales: la exhibición de los glúteos femeninos y la fijación obsesiva masculina. 

El paisaje de la seducción femenina era tan discreto que los hombres gastaban fortunas por romper el ocultismo que abundaba bajo cretonas y faldas que cubrían a la mujer,  desde la cintura a los tobillos.

Hoy la obsesión del hombre de mirar los atributos femeninos se ha convertido en placer  monumental, estandarte cultural, fetiche de multitudes y símbolo de poder erótico que se exhibe como invitación al mercado sexual. 

A esta atracción, algunos hombre le llaman culofilia y  otros, más sinceros, simplemente se confiesan devotos de “la retaguardia femenina” y caen en la trampa de la manipulación mental que los atrapa y los lleva a la seducción de mafia delincuenciales que tras el velo mágico de las redes los atrapan con el idilio de disfrutar la ilusión de un trasero y terminan siendo estafados.

Como vivimos en la era del trasero glorificado que ya no se esconde: se esculpe, se presume y  se entrona en las redes sociales, convirtiéndose  en bandera de exhibición, deseo o provocación. 

Las pasarelas de Instagram, TikTok, Facebook o OnlyFans son catedrales digitales donde miles de hombres ofician el rito silencioso de la contemplación. 

La mirada masculina, tan antigua como Adán,  ha encontrado en los glúteos femeninos un nuevo Edén visual donde se pierde sin culpa y caen en la trampa.

Las revistas y pantallas celebraban el pecho de la mujer como cumbre del erotismo, pero la cultura popular dio un giro agigantado en las redes sociales. 

Desde las letras de reguetón hasta la cirugía plástica, las coreografías virales hasta la moda de los leggings moldeadores, todo ha contribuido a una especie de revolución trasera, una mirada culofilica que se ha convertido en eslabón de obtener fortuna. 

El fenómeno, aunque en apariencia superficial, encierra un eco profundo: la culofilia moderna es más que una simple preferencia anatómica, es una construcción cultural reforzada por la industria del entretenimiento, la pornografía, el comercio estético y una masculinidad que muchas veces reduce el cuerpo femenino a zonas estratégicas de placer a cambio de dinero. 

Psicólogos lo explican como una fijación que nace de lo primitivo: los glúteos, redondeados y firmes, evocan salud, fertilidad, fuerza.

Empero,  en su versión contemporánea, la obsesión ha mutado: se ha convertido en una fiebre que arde en gimnasios, consultorios de cirujanos plásticos, canciones de moda,,foros en internet, pero en especial en videos de preventa de sexo cibernética y extorsiones manejadas por delincuentes .

La exposición de los glúteos, naturales o postizo,  se ha convertido también en una estrategia de mercado que ha creado una forma de ganarse la vida de millones  de mujeres en el mundo. 

En las redes sociales, muchas mujeres han aprendido que el cuerpo y,  en particular su nalga,  puede ser una moneda con la que se compra visibilidad, validación para ganar dinero. 

Es una economía de la atracción: mientras más piel, más clics; mientras más volumen, más seguidores; mientras más sugerencia, mayor flujo de ingresos.

No es necesario cruzar los límites del contenido adulto para entender el fenómeno, porque basta con navegar por ciertos perfiles donde cada movimiento de cadera es coreografiado al ritmo de algoritmos hambrientos. 

El glúteo femenino, bien iluminado y convenientemente enfocado, se ha transformado en un cartel publicitario viviente, en un grito silencioso que dice: “mírame, sígueme, consúmeme”.

Algunas mujeres lo hacen desde la libertad, otras desde la presión silenciosa del sistema que les enseña que su cuerpo vale más lo que se muestra que lo que se piensa.

 En ambos casos, la mirada masculina queda atrapada en lo que  observa y lo  que invierte emocionalmente en esa contemplación. 

Lo erótico se vuelve espectáculo y lo íntimo, vitrina de mercado femenino. Pero en la feria digital de cuerpos femeninos perfectos o editados, el glúteo reina como un dios nuevo, venerado con likes que generan dinero, tributo moderno de una sociedad que convirtió el deseo en mercancía.


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